La temida palabra que empieza por R — recesión — se encuentra ahora mismo por doquier. ¿Estamos en una recesión?
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Sábado, 08 de febrero 2025
La temida palabra que empieza por R — recesión — se encuentra ahora mismo por doquier. ¿Estamos en una recesión?
Mark W. Hendrickson
La temida palabra que empieza por R — recesión — se encuentra ahora mismo por doquier. ¿Estamos en una recesión? No seré yo quien se aventure en el sagrado territorio de los guardianes oficiales de la doctrina económica en Washington — aquellos que decretan oficialmente el inicio o el final de una recesión (aunque no hasta meses después de los hechos) — pero echemos un vistazo.
La construcción nueva ha caído casi un 25% en el último año. Aquellos que trabajan en la industria de la construcción deben pensar que estamos en recesión. Las ventas inmobiliarias se han desplomado. Montones de agentes inmobiliarios están sufriendo su propia recesión. En el sureste de Michigan, la industria automovilística está teniendo unos resultados tan malos que piensa estar en depresión. A nivel nacional, no solamente hay niveles de desahucio récord, sino que los niveles de descubierto en préstamos automovilísticos o deuda en las tarjetas de crédito están creciendo a un ritmo preocupante. Las ventas al por menor caen modestamente año tras año. Si esto no es una recesión, ciertamente parece una.
De manera que, ¿qué hace un político al enfrentarse a estas condiciones económicas inquietantes en el mes de enero de un año electoral? Lanzarse al rescate, por supuesto. Así, el jueves 17 de enero, el presidente de la junta de
El propósito declarado de un “paquete de estímulo económico” es que el Tío Sam utilice una política fiscal (es decir, los poderes de gasto e imposición fiscal del gobierno) para “revitalizar” la actividad económica con el fin de mitigar, acortar o evitar una recesión. En el presente caso, el Presidente Bush ha propuesto rebajas fiscales para particulares e incentivos fiscales para que las empresas inviertan, se expandan o contraten más plantilla. ¿Funcionará? Lo dudo.
Reconoceré que algunas empresas se beneficiarán de las diversas medidas de alivio fiscal, aunque es improbable que tales medidas vayan a ayudar a las empresas que necesitan ese alivio más, como el sector inmobiliario. Lo que es más importante, no obstante, estas rebajas fiscales para las empresas plantean problemas de justicia. Igual que las recientes propuestas legislativas de rescatar a los titulares de hipotecas de tipo ajustable son injustas para los americanos que optaron por hipotecas de tipo mixto, dar rebajas fiscales a las empresas para actualizar su plantilla es injusto para sus competidores que se pusieron al día el año pasado. Por otra parte, la disposición bipartidista a aceptar tales incentivos fiscales es prueba de que los legisladores actuales entienden que los impuestos mutilan la competitividad y la capacidad de contratación de las empresas norteamericanas. Esto plantea una pregunta importante: ¿por qué no reducen permanentemente los tan dañinos impuestos?
El grueso del paquete de estímulo llegará en forma de rebajas para los contribuyentes individuales — hasta 800 dólares por persona en la propuesta de Bush. El impacto de esta política es probable que sea inflacionario. Después de todo, si el Congreso obliga al Departamento de Hacienda norteamericano a enviar decenas de miles de millones a los contribuyentes para que gasten y no reduce su propio gasto — lo cual no hará — entonces tendremos instantáneamente un enorme incremento del gasto total acompañando un suministro sin cambios de bienes y servicios. ¡Inflación instantánea! Y si Hacienda libera todos esos miles de millones entre los contribuyentes, ¿de dónde sacará el dinero para continuar con el gasto federal sin medida? O bien tendrá que incurrir en mayores deudas – deuda a la cual el contribuyente está obligado — o sus amigos en
De manera que, ¿cuáles son las probabilidades de que una política económica tan cuestionable sea adoptada? Alrededor del 100%. Bernanke ni siquiera había terminado de hablar ante el Comité del Congreso antes de que los congresistas de ambos partidos inmediatamente se arrollasen entre sí en su velocidad por aprobar un plan de estímulo. Con prisa parecida, los candidatos presidenciales — compitiendo todos por ocupar el puesto de George Bush como próximo Papá Noel en Jefe — desvelaban planes de estímulo parecidos. ¿Y quién se opondrá a todo ese gasto político? Unos cuantos particulares de principios pueden poner reparos (cuente con que Ron Paul vote “no” cuando llegue al Congreso para su aprobación) pero no habrá ninguna protesta pública contra una propuesta así. ¿Cuántos americanos van a suplicar al Congreso, “Por favor, no me envíe uno de esos cheques de 800 dólares“?
Detalles al margen, es algo que está hecho. ¿Pueden 800 dólares por cabeza detener el declive en el precio de la vivienda, sacar de deudas a los americanos, reanimar la industria automovilística nacional o recapitalizar las instituciones financieras que han sufrido pérdidas multibillonarias? No lo creo. Políticamente, un paquete de estímulo económico podrá comprar unos cuantos votos este otoño, pero económicamente carece esencialmente de valor.
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