El pasado lunes 31 de Agosto, se reunió de manera extraordinaria el Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA) en Washington D.C. El motivo de dicha reunión del organismo regional más antiguo del mundo fue la crisis fronteriza que viven los países hermanos Venezuela y Colombia.
Naciones actualmente enfrentadas por el cierre de la frontera que las divide en las localidades de Táchira y Cúcuta junto con las deportaciones de ciudadanos colombianos en territorio venezolano. Ambas medidas ordenadas, defendidas y luego ampliadas por el Presidente Nicolás Maduro, así como protestadas por el Presidente Juan Manuel Santos.
Como la mayoría de países que comparten frontera, estos dos han sido protagonistas de profundas controversias a través de la historia. Acentuadas las mismas cuando se trata de un año electoral en que las pasiones suelen desbordarse. En la memoria de muchos, están los episodios protagonizados por el difunto Presidente Hugo Chávez y el ex Presidente Álvaro Uribe, en los que muchas veces se llegó a pensar a nivel internacional en la posibilidad de que estos hermanos unidos por Bolívar se fueran a una guerra fratricida.
Precisamente hace unos meses, el Centro de Análisis para Políticas Públicas (CAPP) el cual presido, tuvo de invitado en República Dominicana al ex Presidente colombiano Andrés Pastrana, quien en un evento celebrado en La Romana con empresarios locales habló a los presentes sobre los distintos enfrentamientos que lastimosamente le tocó vivir con Venezuela a pesar de que su homólogo en ese momento era una persona de su mismo ideario político y amigo de su padre, el extinto Rafael Caldera. Como vemos, lo que sucede actualmente, por lo menos en esencia, no es nada novedoso. Aunque en la forma, llama poderosamente la atención y a los dominicanos en especial.
Casi exactamente dos meses antes, el 30 de Junio, ese mismo Consejo Permanente de la OEA estuvo reunido para tratar el Plan Nacional de Regularización, propuesto por el gobierno dominicano, en el que todos los sectores políticos del país han participado apoyándolo. Único proceso masivo de regularización de extranjeros que actualmente se ejecuta en el hemisferio occidental y que busca regularizar el estatus de cientos de miles indocumentados. Sin embargo, dicho plan ha sido ampliamente satanizado por gran parte de la comunidad internacional ante la “posibilidad” de deportaciones masivas. En esa misma sesión, con intensidad variada, fue visible la parcialidad de muchos de los Estados miembros con Haití. Incluyendo, de manera diplomática, al Embajador Roy Chaderton, representante de Venezuela quien apoyó la participación del organismo en una misión que visitó ambas Naciones para una evaluación del proceso.
Nos causa mucha sorpresa el que tan solo dos meses más tarde, ante deportaciones arbitrarias, masivas, comprobadas e incluso defendidas por el gobierno venezolano, quienes hicieron escándalo global por lo que nunca ocurrió ni va a ocurrir en República Dominicana, permanecen en un diplomático silencio, mientras el Embajador Chaderton da un giro y asume el mismo discurso que con fundamentos exponemos los dominicanos. Dice que la verdadera crisis humanitaria no son las deportaciones sino el éxodo de colombianos al exterior. Incluso habla de poner la frontera en orden para que no caiga en el contrabando y narcotráfico, resalta la solidaridad de su país tradicionalmente con Colombia, que es un estado modesto que no puede hacerse cargo solo y pide que lo que es un problema entre dos estados no se vuelva algo multilateral. Todo su discurso, plenamente en línea con el que ha mantenido nuestro país en los últimos años y que le ha valido el rechazo de muchas naciones.
En ese sentido, el Sr. Chaderton llamó a votar en contra del pedimento de Colombia a convocar la reunión de cancilleres para tratar el tema. La votación de los miembros es digna de análisis. 17 países votaron a favor de la propuesta, es decir, en contra de Venezuela, incluyendo una buena parte del CARICOM que durante años había votado en pleno por todo lo que viniera de PDVSA mientras estaba fortalecida y que ha sido uno de los principales azotes de República Dominicana en el tema migratorio. Jamaica, cuya premier Portia Simpson-Miller ha estado a la cabeza de dichos ataques, estuvo entre esos 17 países. Además, 11 países se abstuvieron a la hora de votar. Entre ellos, el nuestro, lo cual consideramos como acertado pues si no nos gusta que se entrometan en nuestros temas bilaterales, lo coherente es no entrometernos en los de los demás.
Solo 5 países votaron en contra, es decir, con Venezuela. Obviamente los del ALBA (Ecuador, Bolivia, Venezuela y Nicaragua) pero con otro voto extra. El de nuestro vecino, Haití. El mismo que con su "lobby" ha llevado por todo el mundo denuncias de deportaciones masivas que solo están en su imaginación, que sabotea toda conversación bilateral prefiriendo mejor llevarnos a foros internacionales, no titubeó a la hora de oponerse a que Venezuela recibiera el mismo trato que motivan y aplauden contra República Dominicana.
La sesión en cuestión nos deja muchas lecciones a los dominicanos y desenmascara a varios actores regionales. Sabemos que hay quienes rasgan vestiduras y derraman lágrimas en nombre de los Derechos Humanos siempre que no se trate de sus aliados políticos y benefactores económicos. Sabemos que tarde o temprano, las falsedades son expuestas y que hemos estado del lado correcto de la historia. Los dominicanos siempre hemos dado ayuda y refugio dentro de lo que permiten nuestras posibilidades con un trato humano y apegado al Estado de Derecho. Otros, no pueden decir lo mismo.
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