La cultura de la democracia se ha visto gravemente afectada por todo tipo de regímenes en nuestra región.
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Viernes, 17 de enero 2025
La cultura de la democracia se ha visto gravemente afectada por todo tipo de regímenes en nuestra región.
El año 2016, que vino lleno de acontecimientos trascendentes, se despide con otro suceso de gran magnitud, el fallecimiento de Fidel Castro quien gobernó a Cuba durante 49 años como dictador, antes que los quebrantos de salud le obligarán a entregarle el poder del día a día a su hermano menor, Raúl. Resaltamos que se trató de las decisiones del día a día, pues el líder de la revolución siguió siendo siempre la figura mítica a la que apelaba el anciano régimen. Su simbolismo se mantuvo intacto y era hacia donde el ahora difunto Castro que tantos líderes, latinoamericanos y de más allá, hacían su peregrinaje en busca de una foto que exhibir. Similar a las épocas de Cumbres cuando mandatarios se peleaban a codazos con tal de ser quien se parase al lado del que tuvieron como héroe en sus años mozos.
Podemos decir que el 25 de noviembre marcó el fin de una era, pero eso todavía no lo sabemos. A lo largo de más de medio siglo, son muchos los que han asumido como guía al modelo cubano. Siendo sinceros, no todos seducidos precisamente por las desastrosas ideas económicas del comunismo que este aplicó, sino por una longevidad en el poder sin tener que lidiar con la oposición que trae la democracia liberal. En nuestra América Latina, zona de muchos gobiernos efímeros, el ver como una familia convirtió una isla vibrante y emprendedora en patrimonio propio, resulta lamentablemente admirable para quienes ven la política como vía al ascenso económico y social. Entonces depende de los demócratas garantizar que aquella era efectivamente llegue al fin que debió llegar hace tanto tiempo.
La cultura de la democracia se ha visto gravemente afectada por todo tipo de regímenes en nuestra región. Pero ninguno ha tenido efectos como el castrista, que a diferencia de otros, no se acompleja y más bien justifica su totalitarismo. Esa retórica es la que imitó casi a la perfección Hugo Chávez, quien fue el salvador del régimen cuando al quedarse sin su mayor sustento en la Unión Soviética, se vio en una espeluznante situación económica que solo el petróleo venezolano pudo rescatar. Es la misma estrategia que utiliza Nicolás Maduro, también sumido en la destrucción económica que las políticas fabricantes de miseria han creado, pero este hasta ahora sin ningún rescate pues no ha podido emular el fanatismo que Castro y Chávez inculcaron en tantos gobiernos extranjeros.
Esta es la misma fórmula que muchos usan como vía para llegar al poder y que vemos también buscan aplicar una vez ya instaurados como gobierno. Teniendo como ejemplo reciente a otro gran admirador e imitador de la revolución cubana como lo es Daniel Ortega quien suprime mediante su control judicial a la oposición política en el congreso y no mostró ningún titubeo a la hora de convertir su gobierno en uno dinástico. Entonces cuidado con minimizar el peligro que para el desarrollo democrático representan quienes admiran el modelo político totalitario.
El fin de la era definida por una lucha entre los amantes de dictaduras y defensores de la libertad está por verse. La desaparición física de un hombre no necesariamente será lo que impulse esto, sino más bien la convicción por parte de los demócratas para seguir promoviendo el mejor de los modelos, el de la democracia liberal. En ello, debemos todos seguir siempre firmes.
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