El libertarismo es una filosofía política que aboga por el individualismo, la libertad personal y económica, los derechos de propiedad privada y el libre comercio. Van desde los minarquistas, que apoyan un gobierno pequeño, hasta los anarcocapitalistas que buscan eliminar el Estado por completo. Los libertarios creen que la sociedad ideal se puede lograr cuando los individuos están libres de coerción, participando en intercambios voluntarios sin la interferencia de una autoridad centralizada. Ven el poder del Estado como una amenaza fundamental para la libertad individual, particularmente cuando se expande a través de la guerra o la intervención. Las guerras a menudo conducen a impuestos más altos, mayores controles sociales, deuda pública y disminución de las libertades civiles. Los libertarios argumentan que estas expansiones del poder estatal son incompatibles con la preservación de la libertad personal.
Al mismo tiempo, los libertarios distinguen entre las guerras ofensivas, a las que generalmente se oponen, y las guerras defensivas, a las que consideran justificadas. Si bien critican la participación del Estado en conflictos extranjeros, reconocen el derecho a la legítima defensa, tanto de los individuos como de las naciones. Cuando se enfrentan a una agresión no provocada, los libertarios creen que proteger la vida, la libertad y la propiedad es una razón legítima para participar en un conflicto. De esta manera, su oposición a la guerra no es absoluta; Se basa en el principio de que la violencia sólo debe utilizarse en defensa de los derechos y libertades individuales.
La guerra y el mundo real: el libertarismo se enfrenta a la realidad
El libertarismo proporciona un marco claro para oponerse a la guerra: no iniciar la agresión, respetar los derechos de propiedad y defender las libertades individuales. Desgraciadamente, el conflicto militar es a menudo un aspecto inevitable de las relaciones internacionales. Como dijo una vez Winston Churchill: “Puede que no te interese la guerra, pero la guerra está interesada en ti”. Esta idea nos recuerda que, si bien los libertarios pueden oponerse a la guerra en teoría, no pueden ignorar el hecho de que la guerra a menudo se les impone a ellos o a su nación.
Esta realidad provoca una pregunta crítica: ¿Cuál sería la respuesta de un libertario si se lanzara un ataque no provocado contra su país democrático soberano? ¿Se adherirían a las inclinaciones pacifistas o lucharían para defender a su país y a su gente? En la mayoría de los casos, la respuesta es que los libertarios se defenderían inequívocamente. La guerra amenaza no solo la vida de los individuos, sino también los principios clave que los libertarios aprecian: la libertad y los derechos de propiedad.
Sería inconcebible que un libertario se negara a defender su propia propiedad, su vida o sus creencias fundamentales frente a una agresión externa. Si bien los libertarios se oponen firmemente a iniciar la violencia, reconocen que el derecho a la autodefensa es primordial. En consecuencia, los libertarios se oponen a que su gobierno se involucre en guerras innecesarias o persiga políticas exteriores intervencionistas, pero están decididos a resistir cualquier agresión que comprometa sus derechos y libertades.
Esta distinción entre guerra de agresión y guerra defensiva forma una parte central de la perspectiva libertaria del conflicto. Los libertarios se oponen a las guerras iniciadas por los gobiernos para expandir el poder o la influencia, pero también reconocen la necesidad de una respuesta defensiva cuando sus valores fundamentales, la libertad individual y los derechos de propiedad, están bajo amenaza directa.
El desafío del conflicto internacional: libertarismo y agresión global
Si bien los libertarios son claros en su oposición a iniciar guerras y su apoyo a la autodefensa, surge un problema más complejo cuando se consideran las guerras entre dos naciones extranjeras. ¿Qué deben hacer los libertarios cuando estalla un conflicto entre otros países? ¿Deberían simplemente ignorarlo, razonando que no afecta directamente a su propia nación? ¿O deberían asumir un papel más activo, económico, diplomático o incluso militar, a pesar de su énfasis en la mínima intervención del gobierno?
Es probable que cualquier guerra, independientemente de su ubicación, tenga un profundo impacto internacional. Los conflictos globales a menudo distorsionan el libre comercio, interrumpen las cadenas de suministro y desestabilizan los mercados. Las consecuencias económicas de la guerra se extienden a través de las fronteras, afectando incluso a las naciones que no están directamente involucradas. Por ejemplo, la invasión rusa de Ucrania, que comenzó en 2014 con la anexión de Crimea y se intensificó drásticamente en 2022 con un asalto militar a gran escala, ha tenido efectos de gran alcance en la economía mundial. Ucrania, como uno de los mayores exportadores de cereales del mundo, vio sus exportaciones agrícolas gravemente interrumpidas por el conflicto.
Del mismo modo, Rusia, un importante proveedor de petróleo y gas, desencadenó una crisis energética mundial cuando las sanciones y las interrupciones de la cadena de suministro redujeron sus exportaciones. La escasez de energía y el aumento de los precios resultantes han contribuido a la inflación, la escasez de alimentos y la inestabilidad económica en todo el mundo.
Frente a tales consecuencias globales, los libertarios se ven obligados a lidiar con si el no intervencionismo es una postura viable. ¿Deberían los libertarios permanecer pasivos y permitir que guerras como la invasión rusa de Ucrania se desarrollen sin intervención, a pesar de que el conflicto afecta indirectamente a la economía y la estabilidad de su propia nación? Algunos libertarios argumentan a favor de un estricto no intervencionismo, sugiriendo que los conflictos extranjeros deben dejarse a las naciones involucradas y que la interferencia, especialmente por parte de los gobiernos, va en contra del ideal libertario de un poder estatal limitado.
Sin embargo, este punto de vista es desafiado por los principios que sustentan el pensamiento libertario. Los libertarios creen en la defensa de los derechos a la vida, la libertad y la propiedad, no solo para los individuos dentro de su propio país, sino como principios universales que se aplican a todas las personas. Si un agresor, como Rusia en su invasión de Ucrania, viola flagrantemente estos derechos al atacar a una nación soberana, ¿pueden los libertarios, en buena conciencia, permanecer pasivos? ¿No socavaría tal pasividad su compromiso con la defensa de la libertad y los derechos de propiedad?
La realidad es que el orden social, ya sea a escala local o global, solo puede mantenerse si todos los actores respetan los mismos principios básicos. Los libertarios reconocen que una sociedad sólo puede florecer cuando los individuos respetan la propiedad y las libertades personales de los demás. Si surge un solo actor malo, todo el orden social previsto por la filosofía libertaria comienza a desmoronarse. Para restaurar el orden, todos los miembros de la sociedad deben enfrentarse decisivamente a un mal actor, en lugar de esperar a que el agresor se vuelva lo suficientemente poderoso como para derrotar a los demás uno por uno. La misma inferencia lógica se aplica al orden internacional: si un país o régimen hace caso omiso de estos principios y actúa agresivamente, el orden social internacional previsto por el libertarismo comienza a desmoronarse, ya que la agresión desenfrenada socava la paz y la cooperación entre las naciones.
Lecciones históricas: el peligro del apaciguamiento
La historia ha demostrado una y otra vez que apaciguar a los agresores rara vez resulta en paz. Uno de los ejemplos más famosos fue la política de apaciguamiento seguida por el primer ministro británico Neville Chamberlain en el período previo a la Segunda Guerra Mundial. En un esfuerzo por evitar el conflicto, Chamberlain permitió que Adolf Hitler anexara partes de Checoslovaquia a través del Acuerdo de Múnich en 1938. Chamberlain esperaba que Europa pudiera evitar una guerra mayor cediendo a las demandas de Hitler. Sin embargo, esta política de apaciguamiento resultó contraproducente. Lejos de satisfacer las ambiciones de Hitler, el Acuerdo de Múnich sólo lo envalentonó, lo que llevó a una mayor agresión y, en última instancia, al estallido de la Segunda Guerra Mundial.
De la misma manera, los libertarios deben reconocer que hacer la vista gorda ante los conflictos extranjeros, especialmente aquellos que involucran claros actos de agresión, no preserva la paz ni la libertad. En cambio, corre el riesgo de socavar los mismos principios que los libertarios buscan proteger.
Libertarismo y responsabilidad global: Enfrentando la agresión
Desde una perspectiva libertaria, la única respuesta racional y basada en principios a la agresión internacional es enfrentarla, no a través de una intervención militar directa en todos los casos, sino a través de un frente unido que incluya medidas económicas como sanciones, presión diplomática y cooperación internacional. El objetivo final, que se deriva lógicamente de la filosofía del libertarismo y se proyecta en las relaciones internacionales, es el restablecimiento de una paz mundial duradera.
Al oponerse a actos de agresión como la invasión rusa de Ucrania, los libertarios defienden sus valores fundamentales de libertad y derechos de propiedad a escala global. Además, hacer frente a la agresión de manera rápida y decisiva ayuda a mitigar las perturbaciones económicas causadas por la guerra. Cuanto más rápido se resuelva un conflicto, antes se estabilizarán los mercados mundiales y se podrán minimizar las consecuencias negativas de la guerra, como la interrupción del comercio y el aumento de los precios. Sin embargo, la respuesta de la administración de Biden para ayudar a Ucrania no ha sido lo suficientemente resuelta o audaz como para resistir eficazmente la agresión rusa. Sus esfuerzos han logrado congelar la situación, en la que ni el agresor gana más territorio ni Ucrania tiene el poder de repeler completamente a las fuerzas rusas.
En conclusión, si bien los libertarios se oponen fundamentalmente a la guerra y abogan por una intervención estatal limitada, deben reconocer que en un mundo interconectado, la guerra y la agresión tienen consecuencias de largo alcance que no pueden ser ignoradas. La invasión rusa de Ucrania ilustra los peligros de una agresión desenfrenada y la necesidad de una respuesta unida para defender los principios de libertad, derechos de propiedad y orden internacional. Al oponerse a tal agresión, los libertarios no solo defienden estos valores, sino que también contribuyen a una sociedad global más estable y justa, que a largo plazo produciría beneficios mucho mayores que los costos de la guerra.