África, Política

Libia, dos años después: El caos en armas

Libia se dispone a celebrar el segundo aniversario de su “revolución” el día 15 de febrero, en un clima de confusión creciente y bajo la amenaza de una nueva rebelión popular, en protesta por la incapacidad del Gobierno de transición para afrontar la inseguridad que vive el país donde proliferan las milicias fuertemente armadas e incontroladas.

El Gobierno, compuesto en su mayoría por islamistas y liberales, está presidido desde el pasado mes de octubre –después de un convulso mandato del Consejo Nacional de Transición– por el antiguo opositor al régimen dictatorial de Gaddafi y fundador del Partido Nacional para el Desarrollo y el Bienestar, Ali Zidan.

Pero si el Gobierno es acusado de incompetencia, no lo es menos el parlamento provisional que no ha conseguido ponerse de acuerdo para elaborar una Constitución. Hasta estos días pasados, el 6 de febrero, no se ha logrado un pacto entre los 97 diputados presentes –el resto, hasta 200, ni siquiera aparece por la asamblea- para que, finalmente, se convoquen nuevas elecciones para designar a 60 nuevos diputados (20 por cada región, Este, Oeste y Sur) que serán los encargados de elaborar la futura Constitución. De momento, nadie ha puesto en duda que la “sharía” sea considerada como fuente de las futuras leyes que den cuerpo jurídico al Estado y que ya estuvo vigente en los tiempos de Gaddafi… interpretada al capricho del dictador.

Mientras tanto, justo en estos días se ha celebrado en Paris una conferencia internacional presidida por el ministro de Exteriores francés Laurent Fabius, para estudiar qué tipo de ayudas puede ofrecerse al Gobierno de transición. Se trata de reforzar los escasos medios de que dispone en materia de seguridad y de poner en marcha los cimientos de un sistema judicial que garantice el orden público.

Aunque el mantenimiento del orden es uno de los principales problemas del país, las protestas populares anunciadas para los próximos días se centran en la escasez de trabajo y la carestía de la vida que contrastan con las inmensas reservas de petróleo del país. Asimismo se echan en falta las anunciadas medidas destinadas a facilitar la reconciliación nacional, la reforma de la enseñanza superior y, en especial el desarme de las milicias y la depuración de los antiguos colaboradores de la dictadura, algunos de los cuales forman parte del ejecutivo de transición.

En previsión de un contagio de las manifestaciones de descontento que se han celebrado estos últimos días en Túnez y Egipto, el Gobierno ha decidido cerrar todas las fronteras del país hasta el próximo día 18. Pero es evidente que el desorden que se vive en Libia procede del interior del país, especialmente de los partidarios de la dictadura gaddafista que, según los dirigentes de diversos partidos, entre ellos los islamistas, se han conjurado para perpetuar la inestabilidad.

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