Asia-Pacífico, Economía y Sociedad

La persecución de las minorías cristianas en los países del Cercano Oriente

El Papa Francisco ha anunciado que visitará Tierra Santa la próxima primavera, como ya hicieron sus inmediatos predecesores, Juan Pablo II y Benedicto XVI. El anuncio coincide con inquietantes noticias sobre la incierta suerte de comunidades cristianas en los países que sufren los efectos de las revoluciones árabes.

En vísperas de la reciente Navidad, el Papa Francisco declaraba ante los patriarcas de las Iglesias orientales, reunidos en Roma, que no se resignaba a “pensar en un Oriente Medio sin cristianos que, desde hace dos mil años, confiesan el nombre de Jesús, insertados como ciudadanos de pleno derecho en la vida social, cultural y religiosa de las naciones a las que pertenecen”. Pero…

Raíces del fanatismo
¿Cuál es el delito que se puede imputar a estas minorías que descienden de los cristianos evangelizados por los apóstoles y que en otro tiempo eran más del 80% de la población del Cercano Oriente, aunque hoy apenas suman el 0,8%? Para Fernando de Haro, autor del libro Cristianos y leones, su “pecado” es, simplemente, ser diferentes y, sobre todo, amantes de la libertad… en un ámbito social donde existen diversos grupos de fanáticos que tratan de imponer por el terror su particular y excluyente lectura del Corán.

Habría que añadir otras dos “razones”: por un lado la ignorancia de los asesinos, educados en el odio a todo lo que no sea musulmán, y por otro, estrechamente ligado a la anterior, la identificación que se hace de los cristianos con el mundo occidental, considerado el principal enemigo del islam.

Por ello, la gran pregunta que se plantea es cómo y por qué han proliferado en los últimos años estos grupos que han adoptado el “yihadismo” como una manera de defender e imponer el islam en todo el mundo. Aquí entramos en un terreno particularmente pantanoso que ha sido objeto de múltiples análisis a partir, sobre todo, de cuatro hechos singulares: el nacimiento en 1947 del Estado de Israel, desencadenante de las primeras guerras y oleadas nacionalistas árabes; la victoria del islam político en una confrontación democrática inmediatamente frustrada por el ejército, como sucedió en Argelia de 1990; la derrota del ejército soviético en Afganistán por los “talibán”, y los atentados del 11-S de 2001, que atrajeron la atención del mundo sobre la existencia de la organización terrorista “Al Qaida”, antaño tutelada, paradójicamente, por la CIA como un instrumento más de la “guerra fría”. 

Los cristianos han sido víctimas, unas veces de los fanáticos y otra, de los gobiernos 

Aceleración de la historia
A partir de entonces puede decirse que la historia de los países islámicos de la región medio-oriental se acelera de manera vertiginosa al tiempo que se acentúa la persecución de las minorías cristianas árabes. Datos de especial relevancia son la fundación en 1948 de los Hermanos Musulmanes, y la oleada, tras la constitución de Israel, de un fracasado nacionalismo árabe que terminaría siendo sustituido por un islam político como último remedio a la crisis de identidad que desde hace al menos un siglo sacude a este complicado mundo.

En todos estos avatares de la historia árabe-islámica, las comunidades cristianas han sido las víctimas propiciatorias, unas veces de los fanáticos que se vengaban de los gobernantes quemando iglesias, secuestrando, extorsionando y asesinando a los “infieles”, y otras de los propios políticos que exigían lealtad a las comunidades cristianas, pero siempre sometidos a la “protección” oficial mediante pago del impuesto desorbitado de la “yiza” prescrito en el Corán para los creyentes del “Libro”…

Por supuesto, espigar en la historia no explica los “porqués” de una persecución constante de los cristianos en su propia tierra desde las invasiones islámicas. Las razones últimas hay que encontrarlas, por una lado, en las contradicciones del propio Corán, que una veces se muestra tolerante con cristianos y judíos y otras los condena a las llamas del infierno por no haber aceptado a Mahoma como último profeta.

El esquema más socorrido, inventado por el analista Samuel Huntington, es el del “choque de civilizaciones”, que ha desencadenado una estrategia defensiva para garantizar la seguridad occidental, cuando la tragedia que sacude a las cristianos árabes es la de sentirse perseguidos a pesar de pertenecer a la misma civilización compartida con los musulmanes. El hecho es que la persecución se produce allí donde las minorías cristianas aportan cultural e históricamente un elemento de diversidad, de pluralidad y de libertad… que no pueden soportar las “piadosas” autoridades musulmanas.

Pese a todo, no faltan iniciativas occidentales que muestran una cierta preocupación que cubre las apariencias, como los informes que realiza la Secretaría de Estado norteamericana sobre la libertad religiosa o las reiteradas denuncias del Parlamento Europeo. En su reciente viaje a Israel y los territorios palestinos ocupados, el presidente francés, François Hollande, no ha tenido inconveniente en afirmar que “nada sería peor que pensar que en Oriente Medio sea una tierra donde no puedan vivir en paz los cristianos”, pues “es muy importante que estén presentes en la vida cultural, espiritual y política”. 

En Oriente Medio no hay un “choque de civilizaciones”, pues los cristianos árabes son combatidos a pesar de pertenecer a la misma civilización que los musulmanes 

Brazos abiertos del Vaticano
Mientras los cristianos son perseguidos, la Iglesia católica, superados los sangrientos episodios de las Cruzadas, Lepanto y Viena, no ha dejado de tender la mano a los fieles musulmanes, sobre todo a partir del Concilio Vaticano II, consciente de que el cristianismo de Oriente Medio, como afirma Fernando de Haro, nos ayuda a vivir y amar las tierras de Jesús. Desde el Vaticano se han impulsado múltiples foros y encuentros con autoridades e intelectuales musulmanes en un constante esfuerzo por mantener abierto el diálogo, aun a sabiendas de que el islam no tiene una autoridad única que interprete de manera unívoca los mandatos del Corán y los “hadices” del profeta, esencia de la “sharía”.

En septiembre pasado, bajo el patrocinio del rey Abdalá de Jordania se celebró en Amán una “cumbre” internacional especialmente dedicada a los cristianos árabes, a la que asistieron más de setenta patriarcas y jefes de las comunidades cristianas en la región junto a destacados dirigentes musulmanes (cfr. Aceprensa, 6-09-2013). En ella se llegó a una conclusión de particular interés: la necesidad de que se introduzca una enmienda en las Constituciones de los países árabes para que los cristianos puedan sentirse como en casa, al igual que el resto de los ciudadanos, con todos los derechos y deberes. La nueva Constitución que se va a someter a referéndum en Egipto, sin dejar de citar la “sharía” como inspiradora de las leyes civiles, garantiza el derecho a la libertad de culto, razón por la cual la comunidad copta evangelizada se ha avenido a respaldarla.

¿Quedarán cristianos en Tierra Santa?
Un análisis elaborado por los profesores Jonathan Adelman y Agota Kuperman, dos expertos en islam, viene a resumir el dramático panorama que presenta la múltiple diversidad de las comunidades cristianas en Tierra Santa. En el conjunto de los territorios palestinos, la población cristiana ha descendido del 15% de la población árabe que había en 1950, a menos del 2% en la actualidad, un porcentaje similar al de la que todavía reside en Jerusalén. El estudio asegura que en los últimos veinte años han sido más de dos millones los cristianos que han emigrado a otros países alejados de la región, sin contar el casi millón de cristianos iraquíes y sirios que han huido de la guerra. 

En un foro cristiano-musulmán celebrado en Jordania se propuso enmendar las constituciones de los países árabes para garantizar la libertad de los cristianos 

Más drástico aún se manifiesta el reverendo Naim Juri, que mantiene viva una pequeña comunidad baptista en Belén y cuyo templo fue bombardeado hasta 14 veces durante las dos “intifadas”: “En una o dos generaciones, al paso que vamos, habrá desaparecido la presencia cristiana en la tierra donde vivió Jesucristo”, asegura. Y, sin embargo, los cristianos han aportado –y todavía aportan, como reconocen los propios musulmanes moderados– una influencia básica en el desarrollo del comercio, el turismo y, sobre todo, la educación a través de sus múltiples escuelas abiertas a los musulmanes. “Proteger los derechos de los cristianos no solo es un deber sino un favor que nos hacemos a nosotros mismos”, reconocía el rey Abdalá de Jordania en la “cumbre” antes citada de líderes religiosos en Amán. “Los cristianos –añadía– han desempeñado un papel fundamental en la construcción de nuestras sociedades y en la defensa de nuestras naciones”.

La amenaza del integrismo salvaje
La terrible certeza es que, en definitiva, la persecución de los cristianos es obra casi exclusiva de los grupos de fanáticos islamistas que han desarrollado en las últimas décadas un odio feroz hacia una religión que desconocen. Se basan en algunos versículos coránicos que desmienten el fondo de misericordia y tolerancia que late en el libro. Ese fanatismo es subvencionadas más o menos abiertamente por las autoridades religiosas saudíes e incluso iraníes.

Se ha dado el caso reciente de que las nuevas autoridades de Malí, donde el ejército francés ha tenido que intervenir para expulsar a los islamistas agrupados bajo la bandera de “Al Qaida del Magreb Árabe Islámico” que se habían adueñado del norte del país, han acudido al gobierno de Marruecos para que forme en la moderada teología malekita unos 500 imanes para contrarrestar la influencia del “wahhabismo” saudita. El propio Marruecos ya desplegó tiempo atrás una intensa campaña policial para identificar y expulsar a los “imanes” clandestinos que predicaban “doctrinas extrañas” al islam oficial malekita, que se distingue por su tolerancia y su espiritualidad cercana al sufismo. Es cierto que en ningún país musulmán permite el proselitismo cristiano y que ni siquiera figura en sus planes de estudios una mínima indicación para el conocimiento del cristianismo, salvo las referencias negativas que se contienen en el Corán. Pero, al menos, se admite con naturalidad la libertad de culto y se respeta al cristiano que cumple con sus obligaciones religiosas.

Lo que resulta realmente asombroso es que todavía, a estas alturas de la violencia que sacude el islam, no se haya convocado una especie de concilio islámico que declare anatema la invocación del Corán como motivo para matar, secuestrar, torturar o extorsionar. Esta es la gran debilidad del islam y, al mismo tiempo, la gran amenaza para la inmensa mayoría de musulmanes que anteponen la misericordia divina a la venganza de la vigente ley del Talión, cuando no eligen el para ellos complicado camino del laicismo, la apostasía o la conversión al cristianismo. Si los dirigentes árabes no hacen frente al integrismo, solo subsistirá a la larga un islam terrorista. En el fondo, consentir la persecución de los cristianos es todo un signo de debilidad y, en consecuencia, un camino seguro hacia el propio suicidio de ese islam moderado al que tiende su mano la Iglesia católica.

// OTROS TEMAS QUE TE PUEDEN INTERESAR

// EN PORTADA

// LO MÁS LEÍDO

// MÁS DEL AUTOR/A

Menú