Un 50,35% de los electores marroquíes totales concurrió efectivamente a las urnas, a votar. Otra mitad, en cambio, no lo hizo.

Desde el año 2011, el Partido de la Justicia y el Desarrollo, de corte islámico y más bien moderado, conduce a Marruecos. Pero acaba de sufrir una verdadera debacle electoral. Una hecatombe. De contar con un lote de 125 bancas parlamentarias, pasará ahora a tener sólo 12. El derrumbe, por su magnitud, es claramente inocultable.
 
La derrota ha sido a manos de tres partidos políticos considerados mayoritariamente como moderados y bastante cercanos al Palacio Real. Ellos son: (1) La “Agrupación Nacional de Independientes”; (2) el “Partido Autenticidad y Modernidad”; y (3) el partido tradicional “Istiqlal” (“de la independencia”), de centro derecha. Su triunfo, en conjunto, afianza la actual imagen democrática de Marruecos.
 
Entre los tres partidos vencedores se hicieron de 257 bancas legislativas, sobre un total de 395. Esto es, de una mayoría del 65% de los escaños. En todos ellos aparecen líderes y directivos confiables, cercanos al actual monarca marroquí, Mohamed VI.
 
Un 50,35% de los electores marroquíes totales concurrió efectivamente a las urnas, a votar. Otra mitad, en cambio, no lo hizo.
 
Hay quienes señalan que, en algunos casos aislados, el oficialismo repartió dinero –irregularmente- entre los votantes, aunque sin mayores escándalos, felizmente. Condenable, por cierto, pero la maniobra no pasó a mayores.
 
Los resultados generan alguna tranquilidad, en un país con el que la vecina Argelia acaba de romper, más o menos inesperadamente, relaciones diplomáticas, acusando a Marruecos de “hostilidad”, particularmente respecto de la disputa aún no resuelta, referida a la soberanía sobre el desértico, aunque bellísimo, territorio del llamado “Sahara Occidental”. Para Marruecos lo sucedido en las recientes elecciones afianza, en principio, la tranquilidad interna.
 
 
 
(*) Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.