América, Política

Pensando el Estado desde la anomia venezolana

Las noticias que llegan desde Venezuela corren el riesgo
de convertirse en anécdotas o chascarrillo entre naciones latinoamericanas que se consideran más afortunadas. Estos países pueden estar menos lejos de lo que creen de esa devaluación de la condición ciudadana.

COLUMNAS POR LA LIBERTAD
Latinoamérica tiene problemas comunes: leyes que nadie cumple; incentivos al oportunista; desigualdad social; usurpación sobre la propiedad; confiscación desde la política impositiva y monetaria. La vida humana en la región apenas es valorada. El Estado bien podría ser una solución institucional para evitar el caos, en estas
naciones de violento origen tanto colonial como republicano.

¿Dónde ve el ciudadano latinoamericano al Estado? Sabemos dónde no lo ve. Percibe su ausencia en calles mal pavimentadas; lo sabe inoperante en servicios públicos que procuran evitarse y son la condena del humilde.

En otras oportunidades, el Estado surge como una visión aterradora, cuando un oficial de policía luce tan peligroso como un ladrón; también aparece como parásito que exige dinero para dar un beneficio que corresponde legítimamente.

Ese Estado que coloca controles económicos
podría más bien elegir otro tipo de control más
eficaz: contenerse a sí mismo

El populismo latinoamericano hace que el Estado aparezca cuando el ciudadano acepta convertirse en mendigo o cómplice, vendiendo su libertad personal para conseguir una ayuda económica y adoptando como ideas las consignas de un partido de pensamiento único. El Estado latinoamericano transforma al ciudadano simplemente en un votante. Al Estado Salvaje latinoamericano la vida humana sólo le interesa en la medida que se convierte en un envilecido engranaje de la maquinaria partidista.

El respeto a las minorías modernizaría a ese Estado. Reconocer la heterogeneidad y el disenso, protegiéndolos jurídicamente. También el Estado debería asumir el compromiso de dejar de ser un obstáculo para que el ciudadano, cumpliendo la Ley, trabaje cotidianamente en su propia felicidad. Ese Estado que coloca controles económicos podría más bien elegir otro tipo de control más eficaz: contenerse a sí mismo.

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