Uncategorized

Venezuela comienza a perder terreno en la OEA

Las cosas parecen, sin embargo, haber comenzado a cambiar. Existe ahora la sensación creciente de que Hugo Chávez ha cruzado un límite.

En los últimos años, los discursos maleducados y llenos de resentimiento de la Venezuela de Hugo Chávez fueron acompañados -en la Organización de los Estados Americanos- por sus obsecuentes socios políticos “bolivarianos”: esto es por Bolivia, Ecuador, Honduras (en tiempos de “Mel” Zelaya), Nicaragua y Paraguay. Pero con frecuencia también por sus “compañeros de ruta”, como el actual gobierno de la Argentina. Casi sin réplica. Como si la Carta Democrática Interamericana no fuera jamás aplicable a la Venezuela de Chávez, que parecería tener “patente” para poder demoler -impunemente- las instituciones centrales de la democracia.
 
            Las cosas parecen, sin embargo, haber comenzado a cambiar. Existe ahora la sensación creciente de que Hugo Chávez ha cruzado un límite. Esto es, transpuesto una suerte de línea roja. La del respeto a la vigencia plena de los derechos humanos y las libertades civiles de sus conciudadanos. Lo que es sumamente grave.
 
Esto, y no otra cosa, es lo que aparentemente está ocurriendo en la alicaída organización regional. El discurso -entre arrogante y desafiante- de su poco educado representante permanente, el ex democristiano Roy Chaderton, abiertamente en contra del reciente informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que desnudó la triste realidad venezolana, generó un extendido rechazo. No sólo de aquellos países que, como Panamá o Perú, están desde hace rato enfrentados a los “bolivarianos”. También de la Argentina, hasta ahora sumisa “compañera de ruta” y “aliada estratégica” incondicional de Hugo Chávez.
 
            Quizás ésta ha sido la gota que acaba de desbordar el vaso. Así lo sugiere el embajador de Panamá ante la OEA, Guillermo Cochez, también democristiano. Para Cochez, el deterioro de la “imagen” venezolana comenzó a mediados del año pasado. Puntualmente, cuando explotara la cuestión de Honduras y la OEA, erróneamente, se alineara con la postura de Venezuela, que parecía realmente “arrearla” sin mayores dificultades, en una suerte de vértigo inicial que se transformó luego en parálisis.
Es evidente que el “des-manejo” del tema por parte de la OEA la dejó descolocada. O, más bien, marginada. Y desprestigiada.

Mientras tanto, Honduras consiguió el milagro de poder zafar de las garras de Chávez. Pese a que hasta Cristina Fernández de Kirchner hiciera estacionar pomposamente el avión presidencial argentino en el aeropuerto de Managua, para así presionar -desde allí- a los hondureños, sugiriendo que lo iba a utilizar para volar “triunfalmente” a Honduras para aplaudir la pretendida “reposición” de Zelaya, que jamás sucedió porque los hondureños decidieron -en las urnas- tomar otro camino.

 
Era una época en la que, siempre según Cochez, el Canciller venezolano, Nicolás Maduro, “ejercía una influencia muy grande sobre los presidentes de Argentina y Paraguay” (sic), así como sobre los países del ALBA. Influencia que, a estar a los dichos de Cochez, era hasta prepotente e incluía frecuentemente a la airada entonces Canciller hondureña, Patricia Rodas.
 
Para el diplomático panameño, las cosas son ahora distintas. En la OEA tan sólo Nicaragua es hoy un aliado incondicional de Chávez. Hasta Bolivia (cuyo embajador, Jorge Enrique Pinelo, es especialmente contemporizador), Ecuador y Paraguay están “marcando distancias” del peligroso caribeño en el seno de la OEA. Sacando los pies del plato, entonces.
 
Lo que no deja de ser una suerte de presagio o augurio. Por ello concluye que Venezuela y Nicaragua se han “aislado” en la OEA. No podía ser de otro modo. Ambos países han dejado ya de ser democracias. Y sus autoridades pisotean impunemente los derechos humanos y libertades civiles de sus pueblos. Esto es lo que precisamente acaba de denunciar la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Con lujo de detalles. Como para que no queden dudas.
 
Sobre la posibilidad de que la iniciativa “separatista” venezolana de conformar una nueva organización regional que, paralela a la OEA, no incluya a los Estados Unidos, ni a Canadá, Cochez es muy escéptico. Dice creer que “no podrá ser creado nunca, porque cuando venga el momento de necesitar los reales para fundar y poner a funcionar el nuevo organismo va a ser difícil que los países hagan esos aportes”.
 
Recordando lo que llama la “campaña de difamación y amenazas” contra la OEA llevada a cabo el año pasado por Argentina, Venezuela, Honduras, Nicaragua y Paraguay, para presionar así en favor del regreso de Cuba a la OEA, el diplomático panameño señala que ello no ha ocurrido aún porque Cuba no acepta (“no tiene la menor pizca de ellas”) las reglas de la democracia.

Soy menos optimista que Cochez, lamento admitirlo. Tengo para mí que exagera, alimentado por sus buenos deseos.

Cuando Fujimori, recordemos, decidió retirar a su país (el Perú) de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en rigor se cavó su propia fosa.

A Venezuela puede estar sucediéndole exactamente lo mismo. Porque, en palabras del representante permanente de la Argentina ante la OEA, Rodolfo Gil, algunos países de la región tienen con ese organismo “una deuda imprescriptible”.

Es curioso y sugestivo a la vez, que sea el propio Gil quien haya hecho estas manifestaciones. En su larga “canonjía” en la OEA había hasta defendido vigorosamente la vergonzosa actuación argentina en la lamentable “Cumbre” de Mar del Plata, en la que según él, “no hubo enojo de nadie”. Gil hasta se animó a tratar de humillar en público al excelente periodista del Miami Herald, Andrés Oppenheimer, en la propia sede de la OEA por su opinión. Esto es, porque fustigó a los Kirchner, con toda razón, por haber planeado y ejecutado (de la mano de Hugo Chávez) la ofensiva “Cumbre” antes aludida, en la que se insultara gratuitamente a varios de los mandatarios que habían sido invitados, con el estilo arrogante y mal educado que caracteriza al matrimonio Kirchner, que ha terminado aislando a la Argentina del resto del mundo, que -por ello- la observa atónito frente a los desplantes sin los que le matrimonio parece no saber vivir.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos no se ha dejado amedrentar por los Chávez, ni por los Kirchner, o Morales, o Lugo, o Correa u Ortega. Con la independencia del caso -y fiel a su tradición y mandato- ha hecho a conciencia su trabajo y publicado la verdad acerca de lo que realmente sucede en la autoritaria Venezuela. Era hora ya.

Para disgusto de Chávez, quien -como bien dice el informe de la Comisión- “conjuga en un solo poder todos los poderes”. Pero para bien de la región que siente que la OEA, en su conjunto, está realmente en deuda con el deber que le corresponde. El de defender -sin cinismos, ni hipocresías- la democracia en la región. De frente, entonces.

  
(*) Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.
 

// OTROS TEMAS QUE TE PUEDEN INTERESAR

// EN PORTADA

// LO MÁS LEÍDO

// MÁS DEL AUTOR/A

Menú