El final del siglo XX tuvo en Margaret Thatcher a uno de sus personajes destacados. Más allá de sus tres triunfos electorales consecutivos, la defensa de la libertad fue su gran legado político.
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Jueves, 18 de abril 2024
El final del siglo XX tuvo en Margaret Thatcher a uno de sus personajes destacados. Más allá de sus tres triunfos electorales consecutivos, la defensa de la libertad fue su gran legado político.
El siglo XXI afronta un buen número de problemas conexos que exigen su inmediata solución. El terrorismo global, las armas de destrucción masiva, la inmigración ilegal o el más reciente, la crisis económica, son los más sobresalientes. El éxito frente a ellos exige determinación y confianza absoluta en aquellas premisas políticas por las que se apuesta. Sin duda, una tarea fácil de formular pero difícil de llevar a la práctica.
El pasado más reciente nos ofrece un ejemplo que tiene nombre propio: Margaret Thatcher, primera ministra británica entre 1979 y 1990. El pasado 4 de mayo se cumplieron 30 años de su primer triunfo electoral, al que siguieron otros dos de modo consecutivo en 1983 y 1987.
En defensa de la libertad, Thatcher libró una batalla sin complejos empleando un credo político y económico que estaba en desuso en aquel momento: defensa del individuo frente a la omniabarcancia del Estado y frente a la tiranía socialista-comunista, respeto por la ley y el orden, fe en su país…fueron sus postulados innegociables.
En el terreno de la economía, ante la complicada situación británica (22% de inflación en 1979), apostó por una receta que parecía estar destinada en el baúl de los recuerdos: defensa de la propiedad privada, impuestos bajos y ahorro.
Thatcher no sólo fue un adalid del libre comercio pues éste no es más que una parte de su defensa de la libertad del ser humano. En íntima conexión con esta idea, tenemos otra que no debemos perder de vista: la responsabilidad individual que se traduce en que los derechos siempre conllevan obligaciones.
La aplicación de este conjunto de ideas durante sus años de gobierno supusieron un cambio radical de su país y de su partido, donde el componente meritocrático se impuso sobre el aristocrático. Pero hay más, el Labour Party inició una etapa de cambios profundos que alcanzó la cima con la llegada de Blair a la dirección, procediendo a eliminar la Cláusula IV de los estatutos del partido.
La Dama de Hierro fue un personaje excepcional. Cuando tuvo lugar su salida del número 10 de Downing Street (noviembre de 1990), el comunismo (y la URSS), esa doctrina que negaba la libertad al hombre, había sido derrotado. Sin embargo, como ella señaló durante la década de los noventa, las amenazas a la libertad no se habían terminado: el terrorismo, the Rogue States o el capitalismo ficticio seguían siendo importantes obstáculos. Para vencerlos, las lecciones que ella nos ofreció deberían ser el manual a seguir.
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