América, Política

Acusaciones cruzadas

Cristina Fernández se auto-incorpora a la lista de personas que, como Fidel Castro, Hugo Chávez y Nicolás Maduro, proclaman que son objeto de alguna oscura conjura contra su vida, articulada desde algún lugar tenebroso del país del norte

El mundo de la política latinoamericana se ha llenado, de pronto, de tétricas acusaciones de asesinato. Por una parte, la presidente de la Argentina, Cristina Fernández, denunció (en una ardorosa y desencajada alocución pronunciada por ella en cadena nacional) que los Estados Unidos estarían detrás de un sórdido complot para asesinarla. Aunque, como acusación, ella sea muy poco creíble, lo cierto es que Cristina Fernández se auto-incorpora a la lista de personas que, como Fidel Castro, Hugo Chávez y Nicolás Maduro, proclaman que son objeto de alguna oscura conjura contra su vida, articulada desde algún lugar tenebroso del país del norte. Todo obviamente se inscribe en el peculiar mundo de la fantasía, naturalmente. Pero lo cierto es que un público latinoamericano complaciente -y reconocidamente afecto a los mitos- hace que esas ciertamente extrañas acusaciones de pronto tengan alguna sonoridad o encuentren eco. Entre unos pocos, por supuesto.
 
Por la otra, Nicolás Maduro está ahora, él mismo, en el banquillo de los acusados. Ocurre que Leopoldo López, el dirigente de Voluntad Popular que está detenido sin que se respete su derecho al debido proceso legal, ni su derecho a la defensa, desde que se le impide presentar pruebas, lo acusa ante los tribunales de su país -expresamente- por el delito de homicidio de los ciudadanos venezolanos Bassil Da Costa y Juan Montoya, ocurridos el 12 de febrero de este año en las inmediaciones de la Fiscalía General de la República de Venezuela, en la ciudad de Caracas.
 
Y no sin razones. Curiosamente, del primer análisis de las pruebas producidas por la propia Fiscalía en el caso del referido Leopoldo López se llega a la convicción de que esos fallecimientos fueron el resultado directo de la política del gobierno chavista. Que, presumiblemente para levantar una “cortina de humo” que disimule la verdad, encarceló -de inmediato- al dirigente opositor Leopoldo López, para tratar de  transformarlo en absurdo “chivo emisario”.
 
La prueba de la Fiscalía favorece a Leopoldo López. Porque se refiere a la verdad de lo sucedido. Y la desnuda. Los disparos de bala acreditan que los tiros se dispararon desde la propia alcaldía; esto es desde un lugar absolutamente distinto al que pretendidamente se usó para tratar de incriminar a Leopoldo López y a un grupo de jóvenes estudiantes que han sido procesados simultáneamente. Y ciertamente no en el ámbito de las protestas. Si esto es efectivamente así, Nicolás Maduro deberá asumir pronto sus responsabilidades. Y las “cortinas de humo” edificadas desde el poder se disiparán solas. De esta manera, se cierne aparentemente una nueva y fuerte tormenta sobre el siempre ineficaz y primitivo ex colectivero, Nicolás Maduro.

Mientras tanto, el sereno líder opositor Henrique Capriles, Gobernador de Miranda, culpó una vez más al absurdo “modelo” económico bolivariano y la corrupción enquistada en el gobierno del fracaso estrepitoso en que ha terminado, que ya es evidente e inocultable. Porque es un “modelo” colectivista que no permite que el país produzca y lo embreta a tener que limitarse a importar contra tomar dinero prestado o contra sus cada vez menores exportaciones de hidrocarburos, a precios hoy mucho menos atractivos.
 
Los 600 días en que Nicolás Maduro ha estado a cargo de Venezuela han sido obviamente catastróficos. Como no podía ser de otra manera, dada la calidad del personaje. Pobre Venezuela, tiene por todavía delante un calvario que luce interminable. Donde a las autoridades poco le importan las privaciones de la gente y la notoria caída de su nivel de vida.
 
 
Emilio J. Cárdenas
Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.
 

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