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Críticas a los llamados embajadores “transversales” o “temáticos”

En algunos países, como sucede por ejemplo en Francia, existen –en su diplomacia- los llamados “embajadores transversales o temáticos”. Teóricamente ellos se ocupan, con una suerte de exclusividad otorgada a su favor, de las relaciones de su país con terceros Estados y organismos internacionales, aunque especialmente sobre un tema o cuestión en particular. Curiosamente, ellos no siempre suelen ser “especialistas” en la materia que los ocupa.


A veces, se trata, más bien, de una suerte de recompensa política, cuyo beneficiario, más allá del orgullo que supone la designación respectiva, la acepta feliz de la vida, por el prestigio que ella le confiere, pero sin –por ello- comprometer por su parte el correspondiente nivel de empeño. Lo que es una actitud a la que, en principio, cabría calificar de bastante irresponsable.

La dirigente socialista francesa Ségoléne Royal, que alguna vez ejerciera la cartera ministerial de “ecología” y que fuera derrotada en las elecciones presidenciales de 2007, cuando la venciera inapelablemente Nicolás Sarkozy, en segunda vuelta, fue no hace mucho, en rigor en julio de 2017, designada como embajadora de Francia para los dos polos del mundo: el Ártico y la Antártida.

Una designación, que precisamente se realizó dentro de la categoría de las mencionadas designaciones “temáticas” o “transversales”, entonces.

Ahora, meses después, desde los micrófonos de Radio France, se la está acusando de no ocuparse de los temas que se le confirieron y dedicarse, en cambio, a sus actividades personales.

Esto, pese a que su designación diplomática fuera realizada sobre la base de una dedicación a “tiempo completo”. Y a que, con la designación mencionada, se le habían conferido tres colaboradores del sector público para ayudarla en sus tareas y una partida de “gastos”, del orden de unos 100.000 euros.

Royal se habría dedicado en cambio, aparentemente, con el concurso de sus colaboradores, a promover su último libro, titulado: “Lo que puedo, finalmente, decirles”.

La acusada –que alguna vez fuera pareja del expresidente Françoise Hollande– se defiende, bien o mal, argumentando que las acusaciones que se le hacen se refieren a tareas que efectivamente fueran realizadas “en su tiempo libre”. Pero lo cierto es que, por ejemplo, la acusada nunca fue a las reuniones del llamado “Consejo del Ártico”, del que Francia es, desde hace rato, un nación “observadora”. Sugestivo, por cierto.

Ante lo sucedido, algunos en Francia están pidiendo no sólo que se investigue a fondo lo sucedido con la designación de Ségoléne Royal, sino que se reglamente -con algún nivel de detalle- las actividades específicas de los embajadores “transversales “ o “temáticos” y se definan con alguna precisión cuáles son sus incompatibilidades.
No sería, realmente, una mala idea.

De todas maneras, lo ideal es, probablemente, no hacer más –sino muy excepcionalmente- esas patológicas y poco controladas designaciones que, de pronto, han suscitado un debate que ciertamente no le hace nada bien a la diplomacia.
Le guste, o no, a la llamada “clase política”, que en nuestros días se ha claramente transformado en la “clase social dominante”, en distintas partes del mundo. Lo que está muy lejos de ser lo ideal. Y va camino a provocar remezones sociales.
 

(*) Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.
 

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