Consecuencia de un pedido de un juez de los Estados Unidos, que reclama su extradición.

Los ex presidentes de países que están acusados de haber cometido delitos pueden -y deben- ser detenidos para su comparecencia ante la justicia cuando ésta los reclama. Delinquir desde lo más alto del poder es un agravante, por cierto.

Esto acaba de sucederle, precisamente, al ex presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, recientemente detenido pacíficamente, en su casa, por un realmente extraordinario contingente de 600 policías locales que lo rodearon, en plena Tegucigalpa, por su aparente participación en un presunto tráfico de drogas. Lo esposaron de pies y manos, en evidente intento de humillarlo ante todos.

Su detención es aparentemente consecuencia de un pedido de un juez de los Estados Unidos, que reclama su extradición. Su hermano, Antonio, es un ex diputado hondureño que, recordemos, está ya condenado en los EEUU por tráfico de drogas, a prisión perpetua. Los norteamericanos sospechan que el ex presidente fue,en su momento, su cómplice.

Juan Orlando Fernández está, además, incluido en la triste lista que los EEUU llevan de los mandatarios de América Central que están acusados de corrupción, narcotráfico o atentados contra la democracia. Pero el ex presidente rechaza, terminantemente, las graves acusaciones formuladas en su contra. La justicia del país del norte determinará ahora si el ex presidente es, o no, un delincuente.

(*) Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.