América, Política

La encrucijada venezolana, casi sin opciones, se tensa

La encrucijada venezolana se ha llenado de ansiedad y tensión. Y debe ser seguida de cerca por todos en la región. El riesgo de que se desate la violencia ha crecido.


El pueblo de Venezuela vive una situación explosiva. Una hora incierta. Un momento peligroso por demás en el que, atento el dramático estado de cosas doméstico y las privaciones de toda índole del pueblo venezolano, la posibilidad de una implosión no deseada ya no se puede descartar.

Ocurre que, luego del rotundo triunfo de la oposición en las urnas, en diciembre pasado, cuando derrotara ampliamente al partido de Nicolás Maduro, ahora se le niega lo que ambiciona y a lo que tiene derecho: la posibilidad de poder votar en un referendo revocatorio, expresamente prevista en la Constitución venezolana. Esto es pronunciarse sobre la continuidad o no de un gobierno que ha destruido la economía del país. Mientras tanto, Nicolás Maduro sigue dañado profundamente su plexo social, mediante la clásica siembra de odio y resentimientos y desobedeciendo a su Constitución, está destrozando los sistemas de equilibrios y contrapesos entre los distintos poderes del Estado.

Mientras tanto, Maduro actúa como si él fuera la ley. Autoritaria y caprichosamente. Pasándole por encima a todos. Intimidando continuamente.Sin resolver los problemas.
¿Es hora ya de invocar la Carta Democrática Interamericana, en el seno de la OEA?

El parlamento venezolano así lo cree y se lo ha hecho saber al Secretario General de la OEA, el uruguayo Luis Almagro, que en esto está teniendo una actuación realmente valiente y seria. Porque Almagro seguramente parte del supuesto correcto, que es el advertir que no existe la posibilidad real de que Maduro negocie nada, ni dialogue sobre nada connadie de buena fe. Sólo lo haría en su patética desesperación por ganar tiempo y evitar el referendo. Por eso, invocando la Carta, ha convocado al Consejo Permanente de la OEA.

No obstante, hay un intento de diálogo abierto. Con el concurso de terceros. ¿Es ello incompatible con invocar la Carta Democrática Interamericana? No. Para nada. La Carta está, entre otras cosas, para esto. Para equilibrar fuerzas entre quienes abusan descaradamente del poder que detentan (como Nicolás Maduro) y quienes, abusados, procuran que se respete la ley para poder conversar dentro del marco de la democracia y no en el del autoritarismo. Por eso lo de Almagro es ponderable.

Mientras tanto, Nicolás Maduro ha sancionado un inconstitucional decreto en virtud del cual se ha dado a sí mismo el poder de ignorar al Congreso de su país.Nada menos. Parece increíble, pero es lo que acaba de suceder a la vista de todos.

No obstante, hay quienes creen todavía que aún hay espacio para el diálogo, como Michael Shifter, o como el propio Papa Francisco o como la Canciller de la República Argentina, que algunos creen está hoy atrapada en un difícil conflicto entre su desempeño y sus objetivos personales. Me parece que ellos se ilusionan, desafortunadamente.

La prensa brasileña había anunciado que, de acuerdo a sus facultades, Luis Almagro pondría en marcha, esta misma semana, los mecanismos que lleven al Consejo Permanente de la OEA a considerar la posible suspensión de Venezuela, porque allí la democracia ya no funciona. Acertó. Y predijo, además, quee ventualmente se podrían dictar sanciones económicas y políticas que obliguen a Nicolás Maduro a respetar su Constitución y a asegurar los derechos humanos y libertades civiles y políticas de su pueblo. Nada fácil como senda de última instancia. Almagro lo hizo al tiempo de presentar un informe específico sobre la situación en Venezuela. Pero –cuidado- Venezuela tiene votos cautivos, a los que “asegura” proveyendo a sus titulares hidrocarburos a precios subsidiados.

Venezuela tiene 30 millones de personas, llenas de justificada ansiedad. Que se sienten abandonadas. Pero que le han perdido el miedo a su gobierno, porque saben que la lucha es ahora. Y que están en juego su libertad y el no vivir en la opresión, como en Cuba. Esa es su conmovedora agonía. Que otros sin embargo no advierten o no quieren mirar.

Por eso los venezolanos ya no les temen a las terribles patotas a sueldo de Maduro. Las que, entrenadas por expertos cubanos, salen a golpearlos desalmadamente, apaleándolosduro desde sus motocicletas. Tampoco le temen, como antes,a sus fuerzas “de seguridad”. Quizás porque presienten la cercanía de un desenlace.

Los venezolanos viven, desde hace largo rato, sumergidos en una profunda crisis humanitaria que no puede seguir siendo ignorada. Viven por ello empantanados en el sufrimiento diario. Y están hartos. Al borde de la desesperación.

Desde la cárcel, Leopoldo López acaba de poner sobre la mesa los tres pasos que, cree, su país debería adoptar sin demoras. Para las cuales, primero debería haber podido sacarse de encima a Nicolás Maduro. Lo que obviamente López supone inminente. Bien o mal. Primero, contar con una justicia independiente. Hoy no lo es. Por eso los magistrados traicionan constantemente a su pueblo. Y con autoridades electorales des-ideologizadas. Hoy no lo están. Así como poder gozar de la libertad de expresión, de la que Venezuela ha sido perversamente despojada. Segundo, trabajar para cicatrizar las profundas heridas del plexo social infringidas por los bolivarianos y dejar de ver a quien disiente como a un enemigo. Y, finalmente, recuperar la extraviada confianza del resto del mundo, lo quenaturalmente es imposible de lograr con Nicolás Maduro en el poder.

Por su parte, Henrique Capriles, que hasta ahora ha apostado, sin éxito, a la prudencia y a la moderación, sigue sosteniendo enfáticamente que lo que la oposición busca no es un golpe de estado, sino la remoción legal de Nicolás Maduro por la vía del referendo.  Y convoca a llenar las calles para asegurar que no se birle a la gente su derecho al referendo.

Pero está,además,advirtiendo al ejército de su país, en rigor directamente a su “tropa”, que “está llegando la hora de decidir si están con la Constitución o con Nicolás Maduro”. Esa es la disyuntiva, según él.

Cree que la posibilidad de un “levantamiento” militar está “flotando en el ambiente”. Pese a que seguramente las vinculaciones con el narcotráfico y con el crimen organizado que aparentemente mantienen algunos de los más altos mandos castrenses venezolanos los tienen “clavados” en torno a Maduro, en busca de preservar su negocio y eludir las responsabilidades que de otro modo alguna vez seguramente tendrían que asumir.

No obstante, el camino ideal es siempre el de la ley. En este caso, es el del referendo revocatorio que, en consecuencia, no debe ser obstaculizado, ni mucho menos impedido. Porque por allí es donde se escuchará la verdadera voz del pueblo. Su decisión. En paz. Y porque esa es,en rigor,la última alternativadisponible que existedentro de la ley, antes del caos.

Pero cuidado, un país en el que sus autoridades, cual desorbitados forajidos, no cumplen con lo que establece la Constitución, puede estar empujando de alguna manera a su pueblo a tratar de desalojarlas, desde el hartazgo o la desesperación.

Lo que es sumamente peligroso, aunque de pronto pueda ser realmente un camino ineludible. Por esto la encrucijada venezolana se ha llenado de ansiedad y tensión. Y debe ser seguida de cerca por todos en la región. El riesgo de que se desate la violencia ha crecido.

Ocurre que Nicolás Maduro ha dejado realmente a su pueblo casi sin opciones pacíficas. Reales. La suya es, a la vez, una conducta que linda con lo criminal y una apuesta -loca y desesperada- a la confrontación o al estallido social. Lo que seguramente le permitiría aquello de “victimizarse”. Aventura suicida por la que Nicolás Maduro y su grupo de colaboradores de elite, si ocurre,serán ciertamente responsables ante el juicio de la historia.
  
Emilio J. Cárdenas
Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.
 

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