Asia-Pacífico, Política

El furioso agro de la India: la contracara del de la Argentina

El gobierno de Narendra Modi, en su esfuerzo por tratar de modernizar a su país, procura liberalizar al sector, flexibilizando, sin consultar previamente a los agricultores, las normas con las que se fijan -y garantizan- los precios, las ventas y hasta el ensilaje de la producción del sector rural.


Decenas de miles de agricultores de la India entraron hace muy pocos días, en ruidosa protesta, al centro mismo de Nueva Delhi y generaron un caos realmente indescriptible en torno al emblemático Fuerte Rojo de esa ciudad, construido a comienzos del siglo XVII.
 
Con sus coloridos tractores, banderas y turbantes, los agricultores de la India culminaron así un largo mes de encendidas protestas. El reciente evento masivo tuvo lugar el Día de la República, con un saldo lamentable, de un ruralista muerto y más de 80 policías heridos. La indignación de quienes protestaron era bien visible. Su cansancio, también.
 
¿Por qué protestan los agricultores de la India? Porque el gobierno de Narendra Modi, en su esfuerzo por tratar de modernizar a su país, procura liberalizar al sector, flexibilizando, sin consultar previamente a los agricultores, las normas con las que se fijan -y garantizan- los precios, las ventas y hasta el ensilaje de la producción del sector rural.
 
Las revueltas, cabe acotar, fueron intensas en los particularmente prósperos estados de Punjab y Haryana. Y contaron con la participación, apasionada, de más de medio millón de agricultores.
 
Ante lo sucedido, el gobierno de la India suspendió enseguida la vigencia de las nuevas normas. Pero el protegido agro del país quiere que ellas sean dejadas de inmediato sin ningún efecto. Derogadas, entonces.
 
Ocurre que el agro de su país está estancado y de pésimo humor, porque la realidad es que sus niveles de ingresos están en evidente caída. En la inmensa India hay nada menos que unos 150 millones de agricultores. De todo tipo. Grandes y chicos. Ricos y pobres. Propietarios y arrendatarios. Pero lo cierto es que hay un 85% de ellos que conforma el 47% de la producción agropecuaria y que son pobres y hasta, con frecuencia, productores marginales.
 
Ellos no confían en sus autoridades, como principio. Lo que hace que el tema esté siempre envuelto en una nube de exagerado nerviosismo.
 
Las protestas tienen una organización tan prolija como notable, que incluye hasta el concurso de algunas clínicas médicas, ambulancias, cocinas, y cuenta con sus propios medios de comunicación.
 
Aparentemente, lo inverso de lo que sucede en la Argentina, donde el resto del país se ha colgado visiblemente del agro a través de las retenciones, esto es de impuestos a la exportación, succionando sin mayores disimulos la mayor parte de sus ingresos, sin correr, en cambio, ninguno de sus múltiples riesgos. Blanco y negro, entonces.
 
 
 
(*) Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.
 

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