Se recuerda el fin del muro de la vergüenza y a las más de 200 personas que murieron intentando atravesarlo. Durante 28 años, 155 kilómetros de hormigón, alambradas y torres de vigilancia frustraron las ansias de libertad de miles de personas. Este lunes, la caída de unas fichas de dominó gigantes simboliza la demolición en cadena de la tiranía comunista en toda Europa.
Fin de la tiranía comunista en Europa
La pesadilla para Berlín, Alemania y Europa empezó el 13 de agosto de 1961, cuando el Ejército de la RDA empezó a levantar un Muro de más de 150 kilómetros que separó Alemania durante 28 años. 5.000 personas consiguieron fugarse, pero cerca de 200 murieron cuando intentaban huir de la tiranía comunista.
Y 20 años después, Berlín conmemora en esta jornada la caída del Muro. Los actos han comenzado con una misa en la Iglesia que fue punto de encuentro para la disidencia.
Después, un centenar de ciudadanos revivieron en compañía de la canciller alemana, Angela Merkel y los ex presidentes soviético y polaco, Mijail Gorbachov y Lech Walesa, el camino que recorrieron 20 años atrás al cruzar el primer paso fronterizo que levantó la barrera la noche que cayó el Muro de Berlín.
Ese paso, en la Bornholmer Strasse, quedó para la historia como el primero que permitió el tránsito libre, después de que el miembro del Politbüro de la extinta RDA, Günter Schabowski, leyera el 9 de noviembre de 1989, en rueda de prensa, el comunicado de la República Democrática Alemana por el que quedaron abiertas las fronteras.
La canciller destacó que esta marcha popular ha sido, dentro de los actos con los que hoy se conmemora el vigésimo aniversario de la caída del Muro, "lo más parecido a lo que ocurrió aquella noche", mucho más que "los encuentros diplomáticos".
Gorbachov y Walesa, también serán protagonistas en la celebración oficial de la noche del lunes, en la que se derribará un dominó gigante de 1,5 kilómetros de longitud, como punto culminante de la "Fiesta de la Libertad".
9 de noviembre
La noche del 9 de noviembre, miles de berlineses comenzaron a derribar los cimientos de los 160 kilómetros del muro de separación entre ambas áreas. El puesto fronterizo de la Bornholmer Strasse fue el primero en levantar sus barreras y por él pasaron a occidente miles de ciudadanos germano orientales ansiosos por conocer una parte de la ciudad, que les había estado vetada durante veintiocho años. La propia Merkel, trabajaba entonces como física en el Berlín Oriental, cruzó esa noche el muro por ese lugar y, según ha confesado, celebró con cerveza la caída en casa de unos desconocidos en el sector occidental de la ciudad.
La caída del muro supuso el derribo del llamado “Telón de acero”, la frontera física e ideológica que dominó la vida en Europa tras el final de la Segunda Guerra Mundial. Fue también el comienzo del colapso de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y el fin de la “Guerra fría” en 1991, además de propiciar la reunificación de Alemania.
De acuerdo con los historiadores, la caída del muro “fue producto de una equivocación”. El portavoz del politburó de Alemania Oriental, Günter Schabowski, anunció el día 9 de noviembre de 1989 la concesión del permiso a los alemanes orientales para atravesar libremente la línea de delimitación con el Berlín Occidental, sin saber que la cúpula del partido había decidido que la orden entrara en vigor doce días después. La intención era tener controlado la desinstalación del muro. Ese trabajo fue realizado inmediatamente por miles de personas armadas con mazos, palancas y cualquier otro objeto contundente que tuviera a la mano.
Para los alemanes, suponía una clara oportunidad de reconciliación y acercamiento, eliminando una línea de separación cuya mera existencia se cobró la vida de hasta doscientas personas que intentaron saltar el muro en busca de una vida mejor en el Berlín Occidental.
La Stasi
Veinte años después, no obstante, esta reconciliación no es tan contundente como se esperaba, primero por las diferencias culturales entre alemanes occidentales y orientales, después por la incapacidad del Gobierno alemán para condenar los crímenes históricos de la Policía secreta de Alemania del Este, la Stasi. A nivel económico, el crecimiento de la antigua Alemania Oriental es más lento de lo esperado.
Por ello, son muchos los alemanes occidentales que se quejan regularmente del enorme coste que siguen pagando por la reunificación y suelen considerar a sus vecinos como unos “desagradecidos” que nunca han aceptado la caída del comunismo. Los orientales critican el “aire de superioridad” de los occidentales, y muchos echan de menos el sistema de seguridad social que tenían en la entonces República Democrática Alemana.
Actualmente, son muchísimos los alemanes orientales siguen exigiendo a la canciller Merkel que persiga los crímenes cometidos por la temida policía secreta de la Alemania Oriental, la Stasi. Según un grupo de apoyo a las víctimas de la Stasi, el Foro para la Educación y la Rehabilitación, la primera década fueron condenados menos de un centenar de presuntos miembros de la Stasi, de entre 79.108 casos investigados.
El caso más flagrante es el del entonces ministro para la Seguridad del Estado y director de la policía secreta, Erich Mielke, que sólo fue condenado a dos años de cárcel por los asesinatos de dos policías en 1931, pero no por su labor al frente de la Stasi. “El hecho de que tuviera que luchar para que se hiciera justicia me dejó muy desilusionado”, declaró el disidente político Wolfgang Welsch, superviviente de hasta tres intentos de asesinato por una de las unidades más temidas de la policía secreta, el grupo “Escorpión".
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