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Lo que se tiene que hacer en la economía cubana

Las economías planificadas, intervenidas, centralistas de corte estalinista, no sólo han sido las menos eficientes a lo largo de la historia, sino que, además, han mostrado elevados índices de injusticia social.

Elías Amor

“La Revolución continuará defendiendo firmemente los intereses del pueblo”. Este es el titular de Granma hoy 30 de septiembre, al difundir un Comunicado oficial en el que se anuncia la congelación de todos los precios en Cuba, es decir, “los precios de bienes de primera necesidad, normados, de venta liberada u ofertados en tiendas de recaudación de divisas”.


Para cualquier economista con conocimientos técnicos básicos aparecen dos cuestiones de notable importancia en este anuncio.


Primero, la asombrosa existencia en la Isla de al menos, cuatro sistemas de precios en funcionamiento, a saber, los “precios de bienes de primera necesidad, normados, de venta liberada y los ofertados en tiendas de recaudación de divisas”.


Segundo, que la congelación de precios no sirve en ninguna economía como instrumento que permita conseguir los objetivos buscados.


Tanto una, como la otra, ofrecen una idea bastante ajustada de uno de los más graves problemas de fondo que afectan a la economía cubana, y en qué medida se pretende dar solución al mismo. La inexistencia de un sistema de precios que refleje la realidad de la economía.


En todos los manuales elementales de la ciencia económica moderna, los estudiantes de los primeros cursos aprenden que el sistema de precios funciona como un mecanismo de información que permite combinar miles, millones de decisiones que se toman individualmente por los distintos agentes que operan en la economía. Cuanto más transparente y abundante sea la información que proporcionan los precios, tanto mejor para el ajuste entre demanda y oferta, en suma, para la eficacia en la asignación de los recursos y el equilibrio en los mercados.


El mercado funciona guiado por una “mano invisible” que, como mecanismo de asignación de los recursos existentes, aventaja notablemente al burócrata planificador que cree conocer y entender todos los procesos de decisión de los miles, millones de agentes que actúan en una economía.


Precisamente, las economías planificadas, intervenidas, centralistas de corte estalinista, no sólo han sido las menos eficientes a lo largo de la historia, sino que, además, han mostrado elevados índices de injusticia social, ocultando a la vista de todos la existencia de despilfarro, desigualdades y notables diferencias no atribuibles al mecanismo libre del mercado.


Es por ello que la economía cubana, con ese abanico de diferentes sistemas de precios que, aparentemente funcionan de forma descoordinada y que responden a comportamientos sociales y políticos diferentes, se encuentra atenazada por un grave problema que las autoridades van a tener que atender y resolver de forma urgente. La unificación de todos los precios, y sobre todo, la aplicación de un mecanismo de asignación basado en la oferta y demanda, única vía para desplegar las potencialidades productivas y fomentar la eficacia y la productividad, de acuerdo con las directrices que no se cansa de repetir Raúl Castro. Y ahora, vamos al segundo aspecto. La congelación de precios. Ante un desplome de la oferta, la demanda exige que los precios aumenten. El mercado no admite cuestionamiento alguno. Si los precios no pueden fluctuar libremente, aparece la escasez, el racionamiento y las “colas”, un fenómeno al que, por desgracia, se ha visto sometidos de forma la sociedad cubana en los últimos 50 años. Es cierto que el paso por la Isla de tres ciclones está generando, va a producir, graves carencias de todo tipo de bienes de primera necesidad e intermedios, pero la solución adoptada no es la correcta ni para la solidaridad ni para mejorar la capacidad de ayuda a los afectados.


Me temo que con este tipo de decisiones, dentro de un año, muchos serán los cubanos que aún seguirán viendo los techos de sus casas destruidos, sin enseres que sustituyan a los perdidos, con graves carencias de transporte y energía, con los campos sin trabajar de forma adecuada, y dependiendo el conjunto de la economía de unas compras masivas de granos y carnes al mercado de EEUU, proclive a este tipo de operaciones de gran rentabilidad a corto plazo, con la Isla.


Si de verdad la alimentación fuera la primera prioridad del país, junto a la recuperación de la vivienda, la electricidad y demás servicios, como dice Granma, ahora existe una magnífica oportunidad para abandonar la pesada herencia estalinista de la economía y desplegar las fuerzas del mercado.


Nada hay de malo en ello, cuando el resto del mundo funciona de acuerdo con este modelo. No deben temer las autoridades a este tipo de decisiones, si los mercados se liberan de las trabas administrativas y se canaliza la oferta disponible hacia un sistema único de precios. No existe ningún impedimento moral, técnico o sociológico que impida a los cubanos intercambiar libremente lo que demandan y ofertan, como sucede en otros países. En muchas ocasiones, he sostenido que la verdadera esencia del “embargo” o “bloqueo” es ésta, la incapacidad de las autoridades para reconocer que se han equivocado en su modelo económico, que es un grave error histórico, y que conviene dejarlo atrás. En vez de ello, el régimen hace lo contrario y apuesta por más intervención y control. Ya se verá cómo acaba toda esta historia. De momento, preocupa la advertencia de Granma “cualquier intento de violar la ley o las normas de convivencia social recibirá una rápida y enérgica respuesta”. Un argumento más para mantener y reforzar la represión contra la disidencia y las protestas sociales que, de seguro, se van a producir tarde o temprano. Lamentablemente es lo único que saben hacer.

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