América, Economía y Sociedad

Los chilenos y la inmigración extranjera

El VIII Informe Anual sobre la Situación de los Derechos Humanos en Chile, publicado por el Instituto Nacional de Derechos Humanos de ese país, contiene algunas definiciones en materia de inmigración extranjera que creemos vale bien la pena poner, al menos, sobre la mesa.



Las conclusiones del mismo fueron entregadas, entre otros, a la propia presidente de Chile, Michelle Bachelet. 
Hablamos de un tema que hoy es una de las grandes preocupaciones de la Vieja Europa, que está sometida desde hace más de una década ya, a una constante presión inmigratoria proveniente esencialmente de los países del norte de África y de Medio Oriente, cuyas poblaciones, esperanzadas, escapan masivamente a la violencia o a la pobreza o a ambas cosas, en busca de una vida más digna y pacífica.

El tema es bien delicado y no ha sido aún objeto de debates intensos en América Latina, que tiene sus propias corrientes inmigratorias que están alimentadas fundamentalmente por quienes escapan a la pobreza. Los datos que surgen de la reciente encuesta chilena podrían dar comienzo a las investigaciones que el tema previsiblemente requiere, antes de tomar decisiones en materia de estrategia futura a seguirse.

 En primer lugar, el estudio en cuestión señala que un 71,3% de los entrevistados sostiene que la llegada de inmigrantes a Chile genera una “mezcla de razas”, aunque sin pronunciarse acerca de si creen que ello es positivo, o negativo. A lo que se agrega que un importante 68,2 % de los encuestados cree que debiera haber medidas que limiten el ingreso a Chile de los inmigrantes que procuran residir allí. Cuanto menor es el nivel socio-económico de los que responden, mayor es su apoyo a las restricciones, lo que supone entonces que existe alguna desconfianza respecto de una política fundamentalmente “de puertas abiertas”, como la que fuera implementada por las distintas administraciones de los Kirchner en los doce últimos años en la Argentina. Para el Instituto referido, esto debiera generar alguna preocupación, como actitud negativa.

Quizás porque el Informe sostiene que los chilenos mayoritariamente dicen ser “más blancos” que algunos ciudadanos de sus países vecinos, sino quizás en el supuesto, muy discutible por cierto, de que aquellos que son los “más blancos” son presuntamente mejores cuando de tratar de atraer inmigración se trata. Y obliga a destacar la importancia que cabe atribuir a las necesarias políticas nacionales de integración social y promoción del diálogo intercultural.

El presidente del Consejo Nacional de Migraciones de Chile, Eduardo Thayer, apunta sobre lo antedicho que parecería existir una suerte de “estado de ánimo negativo en contra de los migrantes”. Lo que no necesariamente es lo ideal. Y pareciera ser consecuencia del debate electoral mantenido en Chile con motivo de las recientes dos vueltas de las elecciones presidenciales en las que nuevamente el conservador Sebastián Piñera se consagrara presidente de Chile, al que hoy se tiene como el país probablemente más moderno de América Latina.

Para Thayer esto puede quizás tener que ver con una aparente tendencia que pareciera privilegiar la inmigración proveniente de Europa o Argentina, por sobre la que se origina, en cambio, en Bolivia o Perú, a la que califica de “fantasía”.

El estudio, a estar por la información difundida desde las columnas de “La Tercera”, confirma asimismo que en Chile, como en otras latitudes, hay hechos de violencia que apuntan a los extranjeros.

En rigor sugiere cosas preocupantes, como que ocho de cada diez chilenos dicen haber constatado situaciones cotidianas de “racismo”. Porcentaje que es muy alto, evidentemente.

Tan es así, que lamentablemente un 76% de los encuestados afirma haber sabido de -o presenciado- situaciones y hechos contra los inmigrantes, que han sido evidenciadas en expresiones de menosprecio, burlas, intimidaciones, escupitajos, malos tratos, insultos, golpes, agresiones sexuales, puñaladas, y hasta asesinatos. Duro. Y, nuevamente, toda una señal evidente de la necesidad de trabajar en este tema, de modo de cambiar un estado de cosas que aparentemente estría lejos de ser digno de aplausos. Los incidentes antes aludidos tienden crecer entre quienes son más jóvenes, en los segmentos poblacionales de menores ingresos y en el norte de Chile. Lo que es importante es que un 64,5% de los entrevistados señala que el tema puede ser corregido. Hay asimismo quienes se apresuran a señalar enfáticamente que no creen que las conclusiones del Informe coincidan necesariamente con la realidad de su propio país.

En otro orden de cosas, los resultados de la compulsa sugieren que, en general, se cree que los inmigrantes son frecuentemente algo más educados, puntuales y hasta trabajadores que la población local. Lo que sugiere que hay para los inmigrantes una calificación que pudiera ser algo más alta desde el punto de vista de la calidad de la oferta, dentro de la fuerza de trabajo chilena, en general.

Si bien el trabajo se limita ciertamente a analizar someramente la actual realidad en Chile, no es para nada imposible que, realizado que fuera en algunos otros rincones de nuestra América Latina, las conclusiones y respuestas que genere puedan, de pronto, llegar a ser bastante parecidas. Pero esto es sólo una estimación que debería ser confirmada con los estudios detallados y encuestas del caso, en cada rincón y momento en que ellos sean necesarios.
 
Emilio J. Cárdenas.
Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.

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