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Morales sigue la estela de Chávez y criminaliza a Israel

El Presidente boliviano acaba de hacer su aportación al conflicto de Oriente Medio. Siguiendo el rumbo marcado por su vecino venezolano, rompe relaciones diplomáticas con el Estado Hebreo. Criminalizar a Israel se ha convertido en el modus operandi favorito de los dirigentes populistas latinoamericanos.

Editorial

Ya van casi tres semanas de la ofensiva israelí sobre Gaza en respuesta al lanzamiento indiscriminado de cohetes por parte del grupo terrorista Hamas sobre territorio hebreo. Es importante no perder de vista esta matización,  porque lo habitual es obviarla, como por ejemplo hizo Chávez y ahora Morales, o quienes el domingo se manifestaron en Madrid.


El dirigente aymara llevaba un tiempo sin protagonismo mediático. Desde la expulsión del embajador norteamericano en La Paz su presencia había menguado. El conflicto en Oriente Medio le ha brindado una buena oportunidad de mostrar sus credenciales ideológicas. A escasas fechas de la celebración del referendo en Bolivia, Morales se postula de nuevo como icono de la izquierda más dictatorial.


La medida adoptada tampoco debe sorprendernos por varias razones. La primera porque ya lo hizo Chávez primero y sabemos que para el boliviano lo que hace el venezolano es “palabra de Dios”. En segundo lugar, y más importante, Morales ha estado todo el verano coqueteando con dirigentes como Ahmadineyad y acercándose a cuantos movimientos islamofascistas ha podido.


El comunicado del gobierno boliviano es incendiario. Habla de crímenes de lesa humanidad y acusa a Israel de quebrar la paz y la seguridad mundial. Vemos como desde el Movimiento al Socialismo no se tienen unas nociones muy claras de geopolítica y de geoestrategia. Israel está “vigilado” ¿o amenazado? de modo permanente por sus vecinos regionales, a los que Bolivia ve como aliados naturales y con los que comparte  antiamericanismo.


Morales, además, se ha dado el lujo de exigir que le retiren el premio Nobel de la Paz a Simon Peres. El populismo y su demagogia es global y su discurso se entromete en cada vez más esferas de la realidad internacional. Eso sí, cuando recibe alguna crítica externa, la reacción mitad victimista, mitad incendiara, no se hace esperar. La duda es saber cuándo dará su punto de vista Ortega. Quizás debamos esperar pues ahora el asunto que “roba” la atención del sandinista es gobernar por decreto. Así funciona la democracia populista.

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