El mercado es un espacio voluntario en el que oferentes y demandantes ponen en valor aquello que consideran libremente más adecuado, a cambio de un precio. Ese proceso, transparente y efectivo, está en la base de la prosperidad y la riqueza de las naciones.
Elías Amor Bravo
Dice Fidel Castro en su último artículo en Granma sobre Lula:
“Se trata de la apelación vulgar del capitalismo imperial al egoísmo individual, predicado hace casi 240 años por Adam Smith como la causa de las riquezas de las naciones; es decir, ponerlo todo en manos del mercado. Eso crearía riquezas sin límites en un mundo idílico.
Pienso en África y sus casi mil millones de habitantes, víctimas de los principios de esa economía. Las enfermedades, que vuelan a la velocidad de los aviones, se propagan al ritmo del SIDA, y otras viejas y nuevas enfermedades afectan a su población y sus cultivos, sin que ninguna de las antiguas potencias coloniales sea capaz realmente de enviarles médicos y científicos”.
Nada más enternecedor y equivocado. Demuestra pertenecer a otra época, a otro siglo, a otro milenio en el que las ideas que todavía sustenta ya no sirven para el presente.
Y quizás haya que decirle a Fidel Castro por qué no pensar en los cubanos, primero, al menos alguna vez en la vida. Acaso no se perciben en la Isla los síntomas de la miseria y la escasez provocadas por un sistema económico ineficiente y gestionado de forma pésima por burócratas anclados en una ideología contraria a la condición humana. Vale la pena recordar que la eclosión de las jineteras es un fenómeno de Cuba provocado por el régimen político y económico existente en el país. También hay que recordar los miles de ciudadanos que sufrieron penas de cárcel por el “infame delito” de mantener dólares en sus casas. Las persecuciones y extorsiones a cualquiera que se haya planteado rebasar los escasos límites que define el modelo económico castrista son bien conocidos. Se empieza con el juicio popular, y se termina enviando a los batallones de violentos. La historia es bien conocida. Tres millones de almas que han huido del caos en que Castro ha sumido a la economía de Cuba no pueden estar equivocados.
¿Qué sabe Castro de lo que califica como “egoísmo individual” predicado, según el por Adam Smith hace 240 años? La riqueza de las naciones se basa en la puesta en común de habilidades, conocimientos y destrezas. La historia ha confirmado que el capital humano es el principal activo de un país, pero que sólo tiene valor cuando se pone en relación con los demás, y ahí no hay nada de egoísmo. De nada sirve tener más médicos por habitante que en Dinamarca, o sentirse orgulloso de una generación de inseminadores para el ganado, si luego esos médicos se ven obligados a operar sin anestesia en los hospitales, o no existen las reses para someter a tratamiento. Esta es el resultado del planificador e intervencionista en la economía que cree que sabe más que nadie de todo, y se atribuye esa capacidad para moldear y decidir el destino de la sociedad. Yendo por ese camino, Cuba está donde está, con una economía incapaz de abastecer a su población.
Adam Smith, quizás habría que recordar a Fidel Castro, no se planteó jamás obligar a nadie a hacer algo que pudiera ir en contra de sus intereses. Sus teorías sobre los sentimientos morales están muy lejos de cualquier planteamiento caricaturesco. No utilizó la coerción como un elemento para la generación de riqueza de las naciones. El mercado es un espacio voluntario en el que oferentes y demandantes ponen en valor aquello que consideran libremente más adecuado, a cambio de un precio. Ese proceso, transparente y efectivo, está en la base de la prosperidad y la riqueza de las naciones.
Defendió ideas mucho más positivas y coherentes que han confirmado su aplicación práctica, pero en ningún momento defendió que unos países para prosperar deberían someter a otros para que no pudieran salir adelante. Todas las naciones prosperaban con la libertad, el pluralismo y la capacidad de los individuos para llegar a donde sus posibilidades les permitan haciendo crecer el producto, el empleo y el nivel de renta y riqueza. Así de sencillo. Así de complicado para entender por parte de quién sigue pensando que existen barricadas y fronteras ideológicas que crean y soportan enemigos, e ignora que Occidente, sí, ese espacio de la humanidad en el que Cuba antes de Castro fue un país relevante y al que debe regresar por su historia y proyección, vuelca cada año miles de millones de euros en ayuda a los países más atrasados, entre ellos los de Africa, para atender sus necesidades y no precisamente para abrir conflictos y enfrentamientos.
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