La visita a un hospital en una zona no turística de La Habana desmorona el mito comunista de la “calidad universal” del sistema de salud cubano.
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Miércoles, 13 de noviembre 2024
La visita a un hospital en una zona no turística de La Habana desmorona el mito comunista de la “calidad universal” del sistema de salud cubano.
Los hospitales de La Habana se caen a pedazos. Literalmente. Se cae también con ello el discurso propagandístico de la élite castrista sobre las bondades del sistema de salud cubano, apenas piso los primeros escalones de la guardia de un hospital en el barrio (no turístico) de San Miguel en La Habana.
Entro vestida como cubana y con la recomendación de no hablar; mi acento argentino me iba a delatar apenas dijera “hola”. Un disidente y miembro del Partido Unión Patriótica de Cuba (Unpacu) me acompaña. El será mi guía y mi mentor en este viaje al corazón de la medicina comunista.
Cuando entramos, a las 22 horas de un sábado cualquiera, tres de los cuatro pisos del hospital —uno de los 270 que hay en el país— no estaban funcionando por el horario. Solo estaba habilitada la zona de urgencias.
“Hace cuatro horas que estamos esperando la ambulancia”, grita un cubano a quien, vestido de verde, pareciera ser un médico. Lo escucho mientras me siento en la única hilera con cuatro asientos de plástico en la sala de espera. Mi amigo permanece inmóvil y me hace una seña para que permanezca en silencio y para que escuche los comentarios de los pacientes y sus familiares.
Pasan 20 minutos y todo seguía igual. El hombre que había gritado, permanecía al lado de su madre, tendida en una camilla improvisada, ya cada vez menos paciente. Parecían dos personajes de la obra Esperando a Godot.
El ambiente bien podría simular un campamento sanitario por la falta de equipamiento médico básico.
Me levanto para seguir recorriendo el establecimiento sanitario. Dos enfermeras me miran pero no dicen nada, mientras entramos a la parte que alberga a los pacientes más críticos. Allí comienza el área con aire acondicionado.
Mi acompañante —que vive de manejar un taxi para cubanos, con un recorrido fijo por las calles de La Habana— me indica que todos los médicos presentes estaban todavía en la escuela. Los miro y ninguno de ellos superaba los 25 años. De todas maneras, no teníamos forma de corroborarlo.
El único baño disponible en el hospital tenía un solo inodoro, la puerta no cerraba —había que hacer sus necesidades a la vista de todos—, no había papel higiénico y estaba totalmente sucio y antihigiénico.
Los cubos de basura de la sala tenían a simple vista residuos biológicos. Las camas estaban sin sábanas, y con un suero colgante como única tecnología. Los carteles de los consultorios estaban escritos a mano. Fuera de ellos, unas cuatro personas en cada uno. La espera mínima, de unas tres horas.
No vi camilleros. Llega otro hijo con su madre, empujándole la camilla, y se queda esperando al lado de los pacientes que a su vez, esperaban la ambulancia.
El sistema de salud cubano depende del Ministerio de Salud Pública, quien se encarga de centralizar la política pública sanitaria en el país. El sistema, gratuito para los cubanos, ha sido siempre utilizado por el régimen castrista como propaganda del régimen.
“La garantía de atención médica gratuita a toda la población cubana se convirtió desde los primeros momentos del triunfo de la Revolución en uno de los paradigmas sociales fundamentales. Esto se corresponde con la esencia humanista y de justicia social que caracteriza a nuestro proceso revolucionario”, precisa Granma, el medio del Partido Comunista, en uno de sus artículos.
Cuba está, además, calificada año tras año por organismos como la Unicef como un país desarrollado por sus bajos índices de mortalidad infantil.
El gasto total en salud como porcentaje del PIB en Cuba es del 8,8%. En la región, Argentina invierte 7,3 por ciento, y Estados Unidos, 17,1%, mientras Canadá destina un 10 por ciento, según datos del Banco Mundial para el período 2010-2014. En estos países, sin embargo, a diferencia de Cuba, la estimación incluye tanto inversión pública como privada.
“La garantía de atención médica gratuita a toda la población cubana se convirtió desde los primeros momentos del triunfo de la Revolución en uno de los paradigmas sociales fundamentales. Esto se corresponde con la esencia humanista y de justicia social que caracteriza a nuestro proceso revolucionario”, explican desde Granma.
El cineasta Michel Moore en 2007 publicó un documental en el que ciudadanos estadounidenses visitaban Cuba para una atención gratuita en salud. En el film aclara que a los protagonistas se les presta atención de la misma calidad que a cualquier ciudadano cubano de a pie.
“La única cosa que los cubanos sí tienen es un servicio universal gratuito de salud. Son conocidos en el mundo entero por tener no solo uno de los mejores sistemas de salud universales, sino también por ser un país generoso en proveer médicos y equipos a países del Tercer Mundo”, explica Moore en su película Sicko.
Yilian Jiménez Expósito, directora general de la Comercializadora Servicios Médicos Cubanos, destacó en una entrevista con Granma que “el secreto es el resultado de un médico formado en un sistema socialista, donde nunca se ve al paciente como una mercancía o un cliente; donde cada ciudadano tiene el derecho a la cobertura de salud desde que nace hasta que muere, sin distinciones”.
Por su parte, Hilda Molina, neurocirujana devenida en opositora al régimen, sostuvo que el sistema de salud es totalmente controlado por el Estado. Es decir, se eliminaron las modalidades de medicina privada y cualquier otra organización independiente.
“Estas arbitrarias medidas, además de sus múltiples implicaciones negativas, tuvieron nefastas consecuencias desde el punto de vista ético: se sustituyó la sagrada relación médico-paciente, por una impersonal relación Estado-paciente. Cuando los enfermos están obligados a atenderse con los médicos y en los centros que decide el Gobierno, sin otras opciones, viven consciente o inconscientemente inmersos en una angustiosa sensación de inseguridad”, advirtió la médica cubana.
Indicó asimismo que el sistema de salud es absolutamente politizado: “jamás el régimen comunista ha garantizado a los que habitamos esta isla, ni igualdad ni equidad en lo que a servicios médicos se refiere. La élite gobernante, sus familiares, amigos y protegidos, han recibido siempre una atención diferenciada, superior a la de la población”.
Me retiro de aquel hospital luego de un par de horas de observación. Ya en la calle alcanzo a preguntarle a mi amigo cubano qué era lo que un grupo de personas estaban llevando en sus manos al ingresar al edificio.
Me dice: “Bueno, chica, que quieres, se traen todo porque allí no les dan nada. Almohadas, sábanas, medicamentos. Qué más: todo”.
Periodista y conductora de un programa de radio. Porteña de nacimiento, vivió en Guatemala, Estados Unidos, Emiratos Árabes Unidos y Jordania. Ferviente defensora de la libertad. Síguela en Twitter: @BelenMarty.
Este artículo está en Panam Post.
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