Entre las cosas que se dan por descontadas en los países desarrollados pero son un lujo para muchos en el resto del mundo está la cuenta bancaria. En la OCDE, tienen una el 92% de los mayores de edad; en la India, el África subsahariana, Oriente Próximo o buena parte de Latinoamérica, menos de la mitad.
Los “sin banco” son en total, según se estima, unos 2.500 millones, o sea la mitad de la población adulta del planeta. No pueden obtener créditos o seguros, ni tener sus ahorros a buen recaudo y hacerlos rendir. La “inclusión financiera” –que los pobres tengan acceso a esos servicios– es una importante meta de desarrollo, que ahora la India está promoviendo con una campaña descomunal.
Se cree que ni la cuarta parte de las personas con ingresos de 2 dólares al día o menos tienen cuenta bancaria. ¿Y para qué la querrían, podría uno preguntar, si ganan tan poco? Pues la necesitan. Sin cuenta, no obtienen réditos de sus pequeños ahorros escondidos en el colchón y están expuestos a que la inflación se los devore o los ladrones se los roben. Si necesitan un préstamo para hacer frente a un gasto extraordinario, por enfermedad u otra causa, están en manos de usureros. Si son campesinos, no pueden contratar un seguro agrario. Todos sus cobros y pagos han de hacerlos en mano, con los consiguientes desplazamientos y riesgo de pérdida.
Los microcréditos solo arreglan parte de la exclusión financiera, e inevitablemente a coste mayor que el de la banca convencional. Tampoco son la solución ideal en todos los casos: según algunos especialistas en desarrollo, para un agricultor pobre es mejor facilitarle guardar dinero para las semillas del año siguiente que prestárselo para que las compre. Y en todo caso, siempre harán falta servicios bancarios para gestionar los ahorros.
Una campaña del gobierno indio ha conseguido que en seis meses se abran 136 millones de cuentas bancarias
No extraña, pues, que el primer ministro indio, Narendra Modi, haya declarado “prioridad nacional” que haya una cuenta corriente en cada hogar. En agosto pasado lanzó una ambiciosa
campaña para conseguirlo. Cualquiera podría abrir una cuenta con distintos modos de identificarse –incluidas las huellas dactilares– y sin necesidad de depositar ni una rupia, y podría además obtener una tarjeta de débito para hacer pagos y retirar dinero de cajeros automáticos, a la que iría asociada un seguro de accidentes gratuito.
El gobierno se propuso que el 26 de enero, Día de la República, se hubieran abierto 75 millones de cuentas nuevas. La meta se sobrepasó con creces: 120 millones, y el 28 de febrero se habían alcanzado 136 millones. La India entró en el registro Guinness de los Récords con el mayor número de cuentas bancarias contratadas en una semana: 18 millones del 23 al 29 de agosto pasado.
Cuentas dormidas
Pese a tan espectaculares resultados iniciales, el éxito no está asegurado. En 2010 se hizo un esfuerzo semejante, a menor escala, que a la postre hizo poco por la inclusión financiera, porque muchos de los nuevos clientes de los bancos no usaron sus cuentas. Hace un año, una encuesta de InterMedia estimó que casi la mitad (47%) de los indios adultos tenían cuenta corriente, pero de estos, también casi la mitad (46%) no habían hecho ningún movimiento en los últimos 90 días. No le encontraban utilidad, o no sabían usarla, o no tenían una oficina bancaria cerca y no podían operar a distancia.
Eso no pasará con la campaña actual, dice el gobierno, porque usará las nuevas cuentas de los pobres para abonarles subvenciones y estimulará los pagos con la tarjeta (para conservar el seguro de accidentes hay que usarla al menos una vez cada mes y medio). Además, más adelante se podrá operar con un teléfono móvil sencillo (los pobres no tienensmartphones).
Millones de africanos pagan, cobran y guardan dinero a través del teléfono móvil
Por ahora, sin embargo, hay síntomas preocupantes. Los bancos han ganado un enorme número de clientes, pero pocos depósitos de los que sacar rendimiento, pues el 63% de las nuevas cuentas se han abierto sin poner dinero. El saldo total de los 136 millones de cuentas nuevas a 28 de febrero era el equivalente de 1.885 millones de euros, que dicho así parece mucho pero es una suma exigua: 14 euros por cuenta. Por otro lado, casi todas las nuevas cuentas (el 96%) se han abierto en bancos públicos, que han puesto el mayor empeño en ganar clientes no tanto por haber olido el negocio cuanto por obedecer al mandato del gobierno. En grandes zonas rurales con mucha población pobre donde no tienen sucursales, para abrir cuentas han tenido que contratar intermediarios, que en adelante habrán de trasladar el dinero de pagos e ingresos entre las oficinas y las aldeas. Si a esto se añade que el gobierno ha impuesto límites bajos a las comisiones bancarias, es difícil que salga rentable servir a esos clientes. Por tanto, el éxito de la campaña depende en buena parte de que se generalice la gestión de las cuentas por teléfono móvil.
La base de la pirámide
Esa es la clave de lo que se ha logrado ya en África con servicios como M-PESA, usado por el 75% de los kenianos. Tiene dos importantes diferencias con el plan indio: es una iniciativa comercial privada y no es un banco. Es una especie de monedero electrónico asociado al número de móvil del usuario, que permite enviar y recibir dinero mediante mensajes de texto. Sirve para pagar facturas de electricidad, hacer la compra, ahorrar dinero en lugar seguro… todo a bajo costo. Hay más de doscientos servicios semejantes en 84 países, con unos 60 millones de cuentas. La mitad de ellas están en el África subsahariana, una región pobre, pero donde los teléfonos celulares se han generalizado rápidamente.
En comparación, la inclusión financiera dictada desde arriba, a base de nacionalizar bancos y ordenarles servir a los pobres –como en India y también en Brasil– ha sido menos eficaz. En cambio, los servicios como M-PESA logran lo que para un banco es mucho más difícil y caro: llegar a los pobres, incluso en zonas rurales, y sacar rendimiento de depósitos y créditos minúsculos. Es una demostración práctica de lo que afirma la teoría de la base de la pirámide: que se puede obtener ganancias sirviendo a las necesidades de la gran multitud de personas que tienen poco dinero. Lo que resulta también en beneficio de los pobres.
Aceprensa
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