Alejado de la primera plana política desde junio de 2007, la semana pasada se produjo la reaparición en la esfera pública y mediática de Tony Blair. El motivo de ello fue la entrega del premio al liderazgo político por parte del Consejo Atlántico
Este hecho no recibió una excesiva cobertura por parte de los medios de comunicación españoles, lo que exige una necesaria reflexión sobre la importancia de la trayectoria política del premiado y de sus ideas. Para tal fin, debemos tener presente que a la hora analizar los problemas mundiales, el británico practica la claridad y el realismo, evitando así caer en un optimismo simplista y agradable de oír.
El ex Primer Ministro parte de la acertada tesis de que la democracia occidental, y las libertades asociadas a ésta, han mostrado su superioridad moral a lo largo del siglo XX. Sin embargo, lejos de haber conseguido la victoria final, siguen existiendo amenazas de distinto tipo que en última instancia redundan sobre la seguridad.
Este punto de vista no es novedoso ya que fue el leit motiv durante sus diez años de gobierno. La importancia radica en la capacidad de nuestro protagonista para defenderlo y ratificarlo como el único válido y legítimo en cuantos escenarios interviene, no permitiendo que el relativismo tenga cabida en su discurso.
Que Blair es un gran conocedor de la historia y de sus lecciones es algo que está fuera de toda duda. Así, si en el pasado el gran enemigo del mundo libre fueron ideologías totalitarias como fascismo o comunismo, hoy lo es fundamentalismo religioso, o como bien él nos explica, una interpretación sesgada e incorrecta del Islam, cuya finalidad es acabar con los valores occidentales y las características de universalidad y globalidad asociadas a éstos.
Este punto es absolutamente fundamental, puesto que Occidente no puede incurrir en el error de patrimonializar conceptos tan amplios como libertad, derechos humanos o el respeto por la ley y el orden, y sí, por el contrario, debe tratar de impulsarlos allí donde o no existen o lo hacen de un modo adulterado y desnaturalizado.
Se trata de una tarea sencilla de formular que exige convicción y se sintetiza en la metafórica expresión de la “batalla de las ideas”, incompatible con ceder o contemporizar. Tampoco debemos pensar que va a ser un desafío resoluble en el corto plazo, más bien al contrario, pero si se practica la constancia, el éxito final estará asegurado.
En definitiva, alejado de las presiones intrapartidistas que caracterizaron su tercera legislatura, podemos gozar de un Blair mucho más involucrado en el que siempre fue su gran objetivo: hacer del mundo un lugar más seguro y democrático. En un momento en que su partido no sólo se tambalea en las encuestas sino que su líder Gordon Brown es desafiado y desacreditado sistemáticamente por sus propios correligionarios, Blair ha optado por guardar silencio sobre las cuestiones domésticas, apostando una vez más por el internacionalismo.
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