Economía y Sociedad, Europa

Chipre: lo rescatable

…el rescate de Chipre, a pesar de sus numerosos elementos criticables (incluyendo, desde ya, el abusivo corralito), tiene de auspicioso por lo menos el hecho de que parece colocar el peso del castigo sobre los poderosos.

¿A qué se parece el rescate chipriota? Un poquito a cada uno de los cuatro rescates anteriores de la zona del euro.

Se parece al de Irlanda porque, por ayudar a sus bancos, el gobierno chipriota se colocó en situación de necesitar él mismo un salvavidas. Se parece al de España porque hay ayuda directa a la banca, aunque pasando por el gobierno, agente negociador del salvataje. Se parece a Grecia y Portugal porque el gobierno recibe dinero en vista de sus desquiciadas cuentas públicas.

Por contra, ¿qué tiene de novedoso este rescate? En parte es el resultado del rescate de Grecia: la condición que impusieron Europa y el FMI para otorgar la ayuda a Atenas implicó una quita para los tenedores de bonos griegos, parte de los cuales estaban en manos de la banca chipriota. Pero la diferencia, la verdadera diferencia, entre este rescate y los anteriores está en la percepción popular.

Aunque no es estrictamente cierto que en este caso no se vaya a utilizar dinero de los contribuyentes, por primera vez desde que estalló la crisis a ambos lados del Atlántico en 2008 el ciudadano de a pie siente que los poderosos no están blindados. Y esto reviste una extraordinaria importancia desde el punto de vista de la legitimidad del capitalismo.

La idea de que el capitalismo es un sistema en el que se privatizan las ganancias pero se socializan las pérdidas es írrita a todos los principios de una economía de mercado competitiva bajo el Estado de Derecho. Es ajena, asimismo, a las enseñanzas de los grandes pensadores de la libertad. Pero la crisis de los últimos años, como había sucedido ya en otras épocas de desbarajuste, ha instalado en el imaginario popular la idea de que se trata de un sistema en el que el Estado fuerza a los pequeños a sostener a los grandes y en el que sólo se puede perder si no se tiene poder. Al sistema capitalista se lo despojó en estos años ?con excepciones como Lehman Brothers? de una de las piezas maestras de su funcionamiento: la quiebra. Además de resultar contraproducente y engendrar problemas peores de los que quiere solucionar, un capitalismo en el que el gobierno impide la quiebra del poderoso está condenado a la censura ética del ciudadano de a pie.

Por eso creo que el rescate de Chipre, a pesar de sus numerosos elementos criticables (incluyendo, desde ya, el abusivo corralito), tiene de auspicioso por lo menos el hecho de que parece colocar el peso del castigo sobre los poderosos. Entre éstos están los accionistas y bonistas de la banca, ahora perjudicados por su apuesta fracasada. Que uno de los bancos sea liquidado y que los capitalistas del otro, el principal, vean el valor de lo suyo disminuir estrepitosamente tiene una connotación compensatoria, por pequeña que sea, del acto de socialización de pérdidas y privatización de ganancias que han representado casi todos los rescates anteriores en distintos países.

Es cierto: hay muchas cosas injustas aquí también y no se ha diseñado un sistema responsable en el que la banca deje de actuar bajo protección del poder político (para no ir muy lejos, el sector financiero, gracias a garantías explícitas o implícitas, accede a una financiación mucho más barata que otro tipo de empresas). Pero, con suerte, parte del castigo que recibirán los depositantes ricos, los dueños y los acreedores de la banca chipriota servirá para reintroducir en la ecuación capitalista la noción de justicia. A la larga, para la legitimidad del capitalismo, es indispensable que se asocie a este sistema con una idea básica de justicia. Eso significa que no sean los indefensos los que lleven la peor parte.

Publicado originalmente en ElMundo.es

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