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El pepinazo

En España se ha descartado cualquier riesgo alimentario y los consumidores saben ya que las hortalizas se pueden consumir con toda tranquilidad.

El bloqueo a los pepinos y otras hortalizas españolas por parte de varios países europeos es una malísima noticia. Un auténtico torpedo en la línea de flotación de nuestra precaria economía. La exportación y el turismo se ven dañados de inmediato y ambos son sectores que mantenían un comportamiento positivo ante la crisis. Según han manifestado los productores españoles, el número de empleos que podría verse afectado por este problema se eleva a 300.000. Es sencillo concluir que sería un drama no atajar el escándalo.
 
La confianza de los consumidores se pierde con facilidad y puede tardar en recuperarse. Urge por eso descartar oficialmente cualquier relación entre el origen de la intoxicación y el origen de los pepinos españoles. Los mensajes deben ser claros, contundentes, y sin el menor margen de duda para poder contener el descrédito sembrado durante las últimas horas.
 
La grave crisis del pepino rebota desde la administración de Hamburgo al gobierno federal de Alemania buscando algún culpable y sembrando la duda sobre las garantías de salubridad y calidad de los que han gozado siempre nuestros productos hortícolas.

En España se ha descartado cualquier riesgo alimentario y los consumidores saben ya que las hortalizas se pueden consumir con toda tranquilidad. Las iniciativas más contundentes se deben situar en el ámbito comunitario. Allí deben las autoridades españoles defender con firmeza nuestros intereses, reclamar las indemnizaciones que se puedan establecer por el daño causado y promover las campañas publicitarias internacionales que ayuden a combatir la maldita alarma que se ha ocasionado.

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