Dos estudios independientes, uno de la Universidad de Ulm, en Alemania, y otro hecho por Bruce Buchholz del Laboratorio Nacional Lawrence Livermore, con la ayuda de varias universidades y centros de investigación europeos, ayudan a comprender mejor el comportamiento de las células grasas en el organismo humano, lo que posibilitará desarrollar nuevos medicamentos para combatir tanto la obesidad como las enfermedades que la acompañan.
Beber vino puede ayudar
Investigadores de
la
Universidad de
Ulm, en Alemania, han demostrado que el
resveratrol, un compuesto que se halla presente en
las uvas y el vino tinto, reduce el número de células grasas y podría utilizarse
para prevenir o tratar la obesidad. En el estudio, se encontraron con que el
resveratrol inhibía el aumento de las precélulas grasas, evitaba que se
convirtieran en células maduras y obstaculizaba la acumulación de
grasas.
El
resveratrol también reducía la producción de ciertas
citoquinas (las interleuquinas 6 y 8), unas sustancias que
parecen estar asociadas al desarrollo de desórdenes relacionados con la
obesidad, como la diabetes y la obstrucción de las arterias coronarias. Además,
el
resveratrol estimulaba la formación de una proteína de la que se
sabe disminuye el riesgo de sufrir un ataque al corazón. La obesidad reduce esta
sustancia, llamada
adiponectina.
Otro estudio hecho por
Bruce
Buchholz – del
Laboratorio Nacional Lawrence Livermore-, junto a la
ayuda de otras instituciones europeas (
Instituto Karolinska en Suecia, la
Universidad Humboldt en Berlín, la Fundación de Investigación
y Tecnología en Grecia, el
Hospital de la Universidad Karolinska, y la
Universidad de Estocolmo) ha
demostrado que
el tamaño de las células grasas y no su cantidad
es lo que determina el sobrepeso.
Según este otro
estudio, el que las células aumenten de tamaño significa que pueden admitir más
masa.
Buchholz y sus colaboradores emplearon a 687 adultos,
descubrieron que el número de células grasas aumenta durante la infancia y la
adolescencia, pero los niveles son estables en la etapa adulta.
El grupo
de investigadores fijó su atención en determinar si la cantidad de células
grasas cambiaba bajo condiciones extremas, como la pérdida drástica de peso por
la reducción radical del consumo de calorías, y los efectos de la
cirugía bariátrica.
Los tratamientos dieron como resultado una disminución significativa del
Índice de Masa Corporal y del volumen de las células
grasas. Sin embargo, dos años después de la operación la cantidad de células
grasas no era menor que antes del tratamiento.
Igualmente, se experimentó
durante meses con hombres adultos no obesos, que al aumentar su peso en un
promedio de un 20 por ciento, se observó un claro aumento del volumen de grasa
corporal, pero no hubo cambios en la cantidad de células grasas. Una pérdida
posterior de kilos que condujo al peso corporal inicial trajo como consecuencia
la disminución del volumen de éstas células grasas,
pero no cambió la
cantidad de dichas células.
En resumen, una muy buena noticia,
pues este descubrimiento posibilitará la creación de nuevos medicamentos para
combatir tanto la obesidad como las enfermedades que la acompañan (la
hipertensión y la diabetes). Y para cerebrarlo, que más sano que una copa de
buen vino tinto español.
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