Política

España, protectorado marroquí

Pascual Tamburri sostiene que España padece un complejo de inferioridad respecto a Marruecos, una monarquía de derecho divino que no respeta los derechos humanos.

ANÁLISIS
¿Qué dirían ustedes de un país que renunciase a aplicar sus leyes y tolerase que
los agentes de otro Estado actuasen libremente en su territorio?
Inevitablemente, habría que pensar que se trata de un país de soberanía
limitada, tutelado por otra potencia. En términos de diplomacia tradicional, un
protectorado.

La Guerra Fría fue rica en experiencias similares. Las
grandes potencias, especialmente en países menos fuertes y subordinados a ellas,
hicieron y deshicieron a su antojo. Bien o mal tolerada, era una admisión de
inferioridad y de dependencia, inevitable por la amenaza exterior y por la
debilidad propia. Incluso potencias no tan grandes, o francamente decadentes,
como Israel y Francia, violaron la soberanía de terceros –como España y
Argentina- que por una u otra razón callaron y toleraron.

Hoy los
agentes extranjeros siguen actuando, y hay países que lo siguen admitiendo. En
algunos casos es inevitable que suceda, porque la situación internacional, los
intereses en juego y la correlación de fuerzas es tal que el fuerte defiende sus
intereses sin tener en cuenta las normas. Pero ello no es óbice para que se siga
tratando de lo mismo, de un protectorado, exactamente igual a los establecidos
en su tiempo por el Imperio Británico y más recientemente por los agentes
norteamericanos.

Lo preocupante no es esto, al fin y al cabo un fenómeno
que no va a terminar de un día para otro. Los Estados no son iguales y potencia,
ni en libertad de acción. Pero lo grave es que países en principio más débiles,
y además con el título ostentado de amigos, actúan impunemente como si se
tratase de grandes potencias. De hecho, sin duda, serán mayores y más fuertes
que aquellas otras que admiten esas acciones y esas actitudes.

España
vive hoy en un complejo mal curado de inferioridad respecto a Marruecos.
Marruecos invadió sucesivamente territorios de soberanía española, incluso en
2002. De Marruecos procede la inmensa mayor parte de la droga que se vende en
nuestras calles, y también muchos de los inmigrantes ilegales que la
distribuyen. Marroquíes fueron en buena medida los asesinos del 11 de marzo. Y
un dirigente de la oposición al despotismo antidemocrático marroquí ha sido
recientemente asesinado en nuestro país.

Marruecos es un mal vecino para
España. Pero España admite esa desigualdad, esa subordinación, esa impunidad,
ese derecho de injerencia que nos negamos a nosotros mismos. Y lo hacemos a
favor de una monarquía de derecho divino que no respeta los derechos humanos,
que es expansionista y militarista y que, además de cobijar integristas
islámicos, gobierna de hecho sobre parte de España, en muchas de cuyas calles es
más respetado Mohamed VI que José Luis Rodríguez Zapatero. Los hechos hablan
claro: somos un protectorado marroquí.

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