América, Política

Hay heridas profundas que tardan en cerrar

Francisco Franco, el ex dictador español, murió en 1975. Hace ya más de cuatro largas décadas, entonces.


Pero muchos españoles, todavía presos de los resentimientos, siguen debatiendo apasionadamente todo lo que tiene que ver con él. A la manera de una controversia sin fin. Eterna.

Como si la sangrienta guerra civil española que se librara entre 1936 y 1939 y la posterior dictadura de Franco hubieran sido episodios vividos apenas ayer. Por esto no sorprende que los socialistas vuelvan ahora a exigir que la tumba de Franco deje de ser el monumento grandioso que aloja sus restos, emplazado en las afueras mismas de Madrid.

Me refiero al llamado “Valle de los Caídos” y al enorme recordatorio de granito allí levantado, coronado por la cruz más alta del mundo, en el que están instaladas una iglesia y una abadía. Cerca delos restos de Francisco Franco, descansan en paz nada menos que 33.000 españoles muertos en la mencionada guerra civil.

Los socialistas quieren ahora “rededicar” el monumento. Pero sólo a condición de que los restos de Franco sean removidos de su actual emplazamiento. La propuesta será presentada al Parlamento español y, quizás, votada en su seno. Lo que seguramente reabrirá un debate que forma parte de un pasado al que muchos se resisten a dejar en paz.

El Partido Popular (PP), el de Mariano Rajoy, que hoy gobierna en minoría se opone a esto, catalogando a la iniciativa socialista de inoportuna y prefiriendo mantener el status quo.Esto es, no menear innecesariamente el tema, que -como hemos dicho- todavía hoy divide a la sociedad española. La Iglesia Católica, que mantiene el monumento, tampoco acompaña la iniciativa socialista.

Pero quizás, de pronto,el PP podría ser derrotado en la votación parlamentaria. Los socialistas creen por ello que tienen una oportunidad para reescribir la historia española a su gusto y paladar, que suponen está al alcance mismo de su mano. Y puede que,efectivamente,sea así. Por esa razón, el nuevo empujón que intentan, sin que la reapertura de un tema particularmente complejo, doloroso y duro los inquiete.

Algo parecido curiosamente sucede hoy en la Argentina, donde de pronto se ha reabierto el debate sobre el conflicto armado interno de la década de los 70. Respecto del cual la necesaria reconciliación entre los argentinos aún parece estar bastante lejana.

No obstante, la revisión del tema está dejando a la vista algunas cosas graves que hasta ahora estaban, de alguna manera, de costado. Me refiero, por ejemplo, a la necesidad de reconocer y compensar a las más de 17.000 víctimas inocentes del terrorismo de esa década, que siguen siendo ignoradas. Como si no existieran, ni hubieran existido. Lo que no es precisamente un motivo de orgullo para los argentinos. Y a la insostenible impunidad en la que quedaron, no por obra de la casualidad, los guerrilleros que fueran directamente responsables de esas muertes y delitos.

Ocurre que la Argentina ha decidido ignorar vergonzosamente lo dispuesto por las Convenciones de Ginebra de 1949, que son derecho interno argentino desde la década de los 50, en virtud de las cuales esos miles de crímenes aberrantes de los ex terroristas argentinos son definidos claramente como delitos de lesa humanidad cometidos en el transcurso de los conflictos armados internos y, por lo tanto, totalmente imprescriptibles.

La hora de la verdad se está acercando para quienes, desde el poder que tuvieron todo a lo largo de los últimos 12 años, se empeñaron exitosamente en tratar de ocultar meticulosamente sus innegables responsabilidades y construir –en cambio- un relato mendaz.

Quizás después que esta lamentable situación sea corregida de alguna manera, los profundos resentimientos que aún mueven a muchos argentinos puedan comenzar a superarse, la verdad a conocerse íntegramente y, además,finalmente se haga justicia -como hasta ahora no ha ocurrido- con los que fueron responsables de los miles de crímenes abominables perpetrados contra civiles inocentes que aún están flotando descaradamente,en la impunidad más absoluta e injusta.

Hay, queda visto, heridas que tardan mucho en cicatrizar y permanecen abiertas por largo rato, dividendo a los pueblos con conflictos gravísimos que hoy deberían estar superados, formado parte de un pasado que no debe regresar, permitiendo una reconciliación que no llega.
 
Emilio J. Cárdenas
Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.

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