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La construcción política de “relatos” falsos sobre el pasado

“… esfuerzo en el que hoy curiosamente coinciden Rusia y China, que actúan en procura de mejorar sus respectivos “perfiles históricos””.

No sólo en la Argentina hay quienes se dedican arteramente a “falsear” lo sucedido históricamente en el pasado. A escribir la historia mendazmente, de espaldas a la verdad, en función de sus conveniencias políticas circunstanciales. La discusión abierta sobre el número de víctimas de la represión a la violencia desatada en su momento por guerrilla flio-marxista de los 70, es un ejemplo de lo antedicho.

La “falsificación” de la historia se intenta en distintas partes del mundo. Como ocurre en Rusia, donde el Tribunal Supremo de la Federación Rusa, acaba de cerrar y prohibir la labor de la ONG más respetada e independiente del país: “Memorial”, dedicada a conservar y difundir la verdad de lo sucedido en tiempos de la Unión Soviética, cuando se violaban constantemente los derechos humanos de los ciudadanos de ese país sin disimulo alguno, desde que el gobierno soviético era claramente despótico y autoritario. Y asesino, por demás.

Vladimir Putin trata de borrar esa página cruel -y hoy hasta vergonzosa- de la historia reciente de su poderoso país. Lo que es imposible.

Para Putin decir la verdad es mancillar “el glorioso pasado” de la hoy Federación Rusa. Pero ocurre que el pasado en discusión no tiene nada de “glorioso”. Fue un infierno cotidiano. Y, además, una amenaza latente para la paz y seguridad del mundo entero. Mintiendo, las cosas no cambian. Nunca.

Lo cierto es que Rusia de alguna manera está “censurando” las actuales discusiones históricas sobre el contenido de su verdadero pasado, tratando de “colorear de rosa” los rincones oscuros, para disimular una verdad que, por su contenido de inmenso horror, duele.

Esto es lo que se llama “controlar el pasado”, esfuerzo en el que hoy curiosamente coinciden Rusia y China, que actúan en procura de mejorar sus respectivos “perfiles históricos”, disimulando verdades que duelen o que destiñen la imagen -con frecuencia distorsionada- con que los gobiernos autoritarios manipulan la triste realidad de sus pasados.

Ambos países están ciertamente empeñados en construir para sus respectivos pueblos una historia “gloriosa”, sin reconocer las etapas de horror. Pero lo cierto es que el horror existió, tanto en el pasado ruso, como en el chino. Negarlo es simplemente mentir. Lo que debe denunciarse.

En la China de nuestros días aún se encuentran estatuas y pinturas de Mao.Por doquier, en realidad. En Rusia, en cambio, cuesta mucho encontrar monumentos importantes que sigan en pie y que aún recuerden al despreciable tirano José Stalin. La mayoría de las estatuas de Stalin ha sido ya removida, casi siempre discretamente.

Lo que sucede es, para algunos, nada menos que el “punto de inflexión” que de pronto diferencia al “autoritarismo” del “totalitarismo”.

En el “totalitarismo”, predicar la verdad desnuda acerca del pasado histórico nacional, cuando ella es incómoda, supone –dicen- caer en una “confusión ideológica”, o sea incurrir en un “error inadmisible” para quienes de pronto, desde el Partido Comunista local, gobiernan férreamente a un país. Mejor mentir, suponen, que respetar la verdad cuando ella duele o incomoda. No es así. La verdad es una sola. Siempre.

(*) Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.

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