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La represa de Guri vs Hugo Chávez

Hugo Chávez está jaqueado. En parte por su falta de idoneidad para gobernar. Pero además, por la sequía, la más fuerte que sufre Venezuela desde 1947.

O sea, por la naturaleza. Esta situación ha llevado a Venezuela a operar con niveles de agua muy bajos en su principal represa, la del Guri, obligando a la administración a tener que racionar severamente el suministro de electricidad.
 
Cuando se acerca la temporada de las lluvias, los ojos de los venezolanos están puestos -a la vez- en el cielo y en el nivel de agua de la represa que cae unos  14 cms. por día. Lo que es grave, porque la represa en cuestión genera nada menos que el 70% de la electricidad total que consume Venezuela.
Un “cuello de botella” que debió enfrentarse hace años para evitar encontrarse de pronto en situaciones desesperadas, como la actual. Lo que no se hizo.

Más allá del Guri, el consumo eléctrico de Venezuela está generado, en sus dos tercios, por usinas hidroeléctricas. Lo que produce una peligrosa y obvia dependencia del clima.

 
Lo cierto es que la represa de Guri está produciendo mucho menos electricidad que lo normal. Y que, gracias a los subsidios al consumo eléctrico, Venezuela tiene el más alto consumo per cápita de electricidad de toda América Latina. La “fiesta” chavista resultó atractiva por un rato y produjo réditos populistas, pero ahora se ha transformado en una grave preocupación para todos.
 
La ineficiencia de la administración de Hugo Chávez se ha visto agravada porque en los últimos años toda la generación eléctrica ha sido nacionalizada, esto es concentrada en manos del Estado, cuya incapacidad para prevenir el futuro ha quedado a la vista.
 
Como consecuencia de lo antedicho, los “cortes” de electricidad se han transformado en normales, existiendo algunos lugares del país en los que esos “cortes” son diarios y duran nada menos que 6 horas.
 
En febrero pasado, el gobierno ordenó a la industria disminuir su consumo en un 20%, como si eso no tuviera consecuencias económicas y fuera siempre posible en todos los procesos industriales. Para ponerle músculo a la “inducción” se las amenazó con fuertes multas o cortes de provisión en caso de que ignoren la reducción del consumo. Además de lo antedicho, en ciudades como Maracaibo, la segunda de Venezuela, los apagones son moneda corriente. Se maneja además la alternativa de recortar aún más el consumo de las industrias básicas de Guayana, medida que tendría un fuerte impacto adverso sobre la economía venezolana.
 
El nivel crítico de la altura del agua en la represa del Guri es de 240 mts. sobre el nivel del mar. Para el 1° de abril próximo la cota prevista es de 249 metros. Y para el 1° de mayo, de apenas 244 metros, similar a lo sucedido en el 2003, cuando Venezuela tuvo una grave crisis eléctrica que no dejó ni lecciones, ni impulsó a reducir el despilfarro.
Si las cosas no cambian y las lluvias no atemperan el drama, para el 1° de junio la cota de la represa del Guri estará en el nivel crítico: esto es en 241 metros sobre el nivel del mar. En consultas urgentes, realizadas a técnicos brasileños por la administración de Chávez, alguno ha sugerido que la represa podría operar hasta los 238 metros, después de lo cual podría sustancialmente “salir” del sistema.
 
Por todo esto los titulares de los diarios, todas las mañanas, recuerdan cuál es la altura del agua en el Guri, lo que supone un pronóstico silencioso, de corto plazo.
 
Con elecciones parlamentarias convocadas para el mes de septiembre, el oscuro panorama descripto más arriba preocupa a Chávez. Esta vez la oposición no cometerá el error de no competir, dejándole al caribeño “el campo orégano”.
 
Un triunfo de la oposición o una sólida actuación en las elecciones sería una derrota significativa para Hugo Chávez que podría cambiar el panorama político venezolano. Por esto no es de extrañar que, en una ceremonia militar reciente, el presidente venezolano se haya hecho acompañar de un sacerdote al que le pidió rezara en público una oración pidiendo lluvia, lo que es todo un papelón. En la misma línea, la empresa estatal Edelca ha organizado sesiones de oración colectiva, implorando al Señor la llegada temprana de las lluvias, demoradas por El Niño. Quizás por esto han caído ya algunas lluvias suaves, que no han alterado los escenarios críticos.
 
Por esto, así como por sus arrogantes equivocaciones, la aprobación de la gestión de Hugo Chávez ha disminuido notoriamente, ubicándose en niveles del orden del 40%, a estar a las encuestas.
 
 Previendo esta vez una crisis de magnitud, la administración “bolivariana” ha salido a comprar cuanta planta térmica esté disponible en los distintos rincones del mundo. Están así en camino grandes generadores de hasta 400 megavatios, provenientes de orígenes tan distintos como los Estados Unidos, China y Rusia. También otros generadores, más pequeños, procedentes de Noruega y España.
 
 El consumo nacional de Venezuela es del orden de los 17 megavatios. La referida incorporación de plantas térmicas de generación eléctrica podría incorporar algo más de 5.000 megavatios al sistema, lo cual ante una crisis extrema luce más como paliativo que como solución. Ocurre que el déficit de energía es de 3.639 megavatios.
 
 Para hacer las cosas más complicadas, el clima se ha ensañado con Caracas, ciudad que está a 1.000 metros sobre el nivel del mar que alcanzó los 35 grados durante el mes de febrero pasado, lo que es absolutamente fuera de lo común y ha potenciado la profundización de la crisis eléctrica que enfrenta el pueblo venezolano.
 
 Con lo que sucede, la represa del Guri -la tercera del mundo por su capacidad instalada, desde que puede generar hasta 10.000 megavatios- parece haberse transformado en una suerte de catedral del riesgo, o en un sinónimo de improvisación. Rodeada hoy de incendios forestales es, ciertamente, un monumento a la falta de previsión. Emplazada en el Cañón de Necuima, en el Estado de Bolívar, aguas arriba de la desembocadura del río Caroní, la represa del Guri se ha transformado en una silenciosa amenaza para la estabilidad del régimen populista de Hugo Chávez. Todo un símbolo.
 
  
(*) Ex embajador de la República Argentina ante la ONU.

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