Europa, Política

Todos quieren aprovecharse de la Unesco, en cuanto pueden

La UNESCO es una de las instituciones internacionales más controvertidas dentro del enorme universo de las Naciones Unidas.



Es, probablemente, una de las que hoy más detractores y críticos parecería tener. Empezando por la actual administración norteamericana que lidera el presidente Donald Trump, que carga con el pedazo más grande de los recursos y contribuciones con los que se atiende a su presupuesto.

En esencia, la UNESCO se ocupa de la educación, de la ciencia y de la cultura. Así como de consolidar la paz, promover el desarrollo sustentable, erradicar la pobreza y de fomentar el diálogo inter-cultural y la preservación de los distintos patrimonios culturales. De casi todo, entonces. Por eso, su acción –múltiple- transita por caminos difusos y muchas veces es, hasta superficial y casi desalentadora y –por ello- objeto de toda suerte de manipulaciones.

Hasta hay una tendencia creciente a abusar abiertamente de ella. A la que recientemente se ha sumado, voluntarioso, el actual presidente de Francia: Emmanuel Macron, con una propuesta absolutamente increíble: la de que la UNESCO proteja a las “baguettes” francesas, definiéndolas como un bien que forma “parte intangible de la herencia cultural que nos dejan (a todos) los veloces franceses”. Esto, por ser un bien al que -según él- “todo el mundo envidia”. Y cuya producción requiere, pretende, un “know how” muy especial, según nos dice imperturbable. Ese es el nivel del tema en el que, cree, todos debemos perder el tiempo, desde ahora y para siempre.

No estoy, debo señalar, entres los admiradores ciegos de las “baguettes”, admito. Hay muchas otras cosas que me atraen bastante más en el plano de la alimentación. Por ejemplo, los “bizcochitos de grasa” que acompañan frecuentemente al mate. Pero, en rigor, no creo que la UNESCO deba ocuparse, con nuestros dineros, de promover su culto. Hay muchas otras urgencias, como la erradicación de la pobreza, que reclaman, a gritos, fondos de los que ciertamente no disponen.

Ocurre que la UNESCO, en una de sus múltiples pérdidas de tiempo, ha incorporado expresamente a algunos alimentos a una lista que los considera como pertenecientes al acervo cultural de algunos países, créase o no. Como ocurre con la cocina japonesa “Washoku”. O con las cervezas belgas. O con el “kimchi” coreano. Todavía no con las fenomenales milanesas argentinas. Ni con los chorizos colorados españoles. Ni con tantas otras delicias culinarias, conocidas o no.

Pero la pregunta es ¿no es todo eso realmente prescindible? ¿Cuál es la extraña razón que nos impulsa a gastar dinero en defensa del mencionado organismo? Ninguna. En el esfuerzo de Macron, tan sólo hacer propaganda a favor de la cocina gala.

Pero sucede que la francesa no es la única buena cocina del mundo. Ni la única que tiene relación cultural con quienes la utilizan. Es innecesario magnificarla. Pese a lo que crea Emmanuel Macron. Especialmente cuando de utilizar para ello los recursos de los demás se trata, en beneficio de los franceses. Es realmente de no creer que gastemos en esto tiempo y, peor, dinero. Emmanuel Macron nos está tomando el pelo. Depende ciertamente de nosotros que, de pronto, tenga éxito.
 
Emilio J. Cárdenas.
Ex embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.
 

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