América, Política

Canadá despierta ante un horrendo ´genocidio cultural´

Justin Trudeau, ha calificado a lo desgraciadamente sucedido como una consecuencia del “racismo sistémico” que enferma a Canadá


Sorpresivamente, los canadienses están despertando, ciertamente confundidos, ante el vergonzoso e inexcusable horror de comprobar que, por espacio de varias décadas, desde 1899 y hasta 1997 concretamente, han sido los responsables y causantes de un verdadero, pero ciertamente atroz, “genocidio cultural”, del que fueran víctimas los hijos de las tribus aborígenes del oeste del país.

Fundamentalmente en la provincia de Columbia Británica y en la provincia de Saskatchewan, cuyas identidades distintivas, está meridanamente claro, se trató de borrar, sistemáticamente.

Con la ayuda de los llamados “geo-radares”, se han estado descubriendo miles de cadáveres de niños y niñas enterrados anónimamente en las proximidades de antiguos “pensionados de menores” que fueran administrados, en algunos casos, por instituciones -presuntamente de beneficencia- y órdenes religiosas, incluyendo las católicas y, muy especialmente, a los “Oblatos de María Inmaculada”.

Los cadáveres infantiles, cabe apuntar, pertenecen a las etnias aborígenes originarias de esa región y algunos de ellos muestran rastros de haber sido maltratados, sino torturados antes de que llegara la muerte.

Obviamente, las autoridades coloniales canadienses trataron de “eliminar” todo rastro de una identidad que, está claro, despreciaban.

La respuesta ante las atroces revelaciones ha sido, comprensiblemente, una de enorme indignación, que incluyó hasta la instantánea quema de algunas iglesias católicas cercanas al lugar de las tragedias. Hasta ahora, nueve de ellas. Y podría haber más.

El propio Primer Ministro, el joven Justin Trudeau, ha calificado a lo desgraciadamente sucedido como una consecuencia del “racismo sistémico” que enferma a Canadá, ciertamente. Y parece tener razón. Lamentablemente, para un país con casi 40 millones de habitantes, que recibe unos 300.000 inmigrantes por año, lo que lo transforma en un Estado en el que uno de cada cinco ciudadanos es inmigrante.

Y ha pedido expresamente, además, que el Vaticano, a la manera de conveniente “chivo emisario”, “se disculpe”.
Como si el gobierno de su país no hubiera tenido obligación alguna de supervisar a su propio sistema educativo (al que se tiene como uno de los mejores modelos de sistemas públicos de educación del mundo) y proteger a los niños y niñas de sus pueblos originarios.

Lo que es terrible e injustificable. Además de hipócrita, es una reacción absolutamente indignante, por su perversa pretensión de “culpar a otro”, en procura de excusar una horrible responsabilidad canadiense que es insoslayable. Trudeau parece “kirchnerista”, al culpar inmediatamente a otros de sus errores más graves.

Esa repulsiva práctica no es sólo claramente “kirchnerista”, desde que -por lo visto- tiene carta de ciudadanía universal, aparentemente.

Canadá debe comprender que la “hora de las lágrimas” ya pasó y que ésta es la “hora de la verdad y de la justicia”. Los disfraces ya no sirven. Es hora de actuar. Sin demoras.
 
 
(*) Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.
 

// OTROS TEMAS QUE TE PUEDEN INTERESAR

// EN PORTADA

// LO MÁS LEÍDO

// MÁS DEL AUTOR/A

Menú