Como una de las conmemoraciones del 11 de septiembre más polarizadas de nuestra historia reciente y, por consiguiente, como una valiosa oportunidad desaprovechada para avanzar hacia la reconciliación nacional. Así será recordada la efeméride de los 50 años del Golpe de Estado. En definitiva, un triste balance.
Contra la tendencia de lo que habían sido las conmemoraciones de los 30 y 40 años del 11 de septiembre de 1973, donde los ex presidentes, Ricardo Lagos y Sebastián Piñera, abordaron la efeméride apuntando a sanar heridas para recomponer un clima de unidad nacional, invitando también a un ejercicio de reflexión en torno al valor de la democracia y el respeto a los derechos humanos, el Presidente Boric optó por un camino diferente, poniendo inclusive en riesgo, el avance logrado por todos los actores políticos durante el periodo de transición a la democracia en términos de reconciliación.
El Primer Mandatario pareció empeñado, durante toda la antesala a la conmemoración de los 50 años, en traer a tiempo presente los traumas y heridas del pasado, con el único propósito de revisitar una lógica de conflicto y polarización. Prueba de aquello fueron las señales de exaltación a la controvertida figura de Salvador Allende bajo una parcial apreciación histórica del líder de la Unidad Popular como referente con amplias credenciales democráticas. Algo similar aconteció días antes del 11 de septiembre, a raíz del fallecimiento del ex Presidente del Partido Comunista, Guillermo Tellier, donde Boric nuevamente aprovechó la instancia, no sólo para exaltar el rol político del ex parlamentario, obviando su pasado como líder del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, sino que también fue un paso más allá para, a raíz de la muerte de Tellier, desatar esa incontenible y característica pulsión de superioridad moral, al declarar: “murió como un hombre digno… hay otros que mueren de manera cobarde”. Con ello marcó un claro contraste entre la muerte de Tellier y el suicidio de un ex brigadier de Ejército, quien atentó contra su vida tras conocer su condena por el secuestro y crimen del cantautor Víctor Jara.
Se añade a lo anterior, que el Mandatario no perdió oportunidad para interpelar a la oposición respecto de su rol durante el Régimen Militar, llegando incluso a cuestionar a figuras con un amplio ascendiente dentro de la centro derecha, como el fallecido líder de Renovación Nacional Sergio Onofre Jarpa.
El Jefe de Estado, en un régimen de gobierno presidencial, modela el tono del debate político y también es quien calibra la temperatura del clima social. Consciente de aquello, en lugar de aplacar la conflictividad y crispación, Gabriel Boric contribuyó a tensionar y friccionar el ambiente previo al 11 de septiembre. En medio de un constante juego político de reproche e interpelación a la oposición, insistió en invitar a los partidos de Chile Vamos a la suscripción de un “Compromiso de Santiago”, entendido como una señal declarativa en torno a la conmemoración de los 50 años. Sin embargo, si el compromiso con una declaración amplia y convocante hubiera sido genuino, éste habría generado condiciones objetivas para recomponer confianzas con la oposición en la antesala de la conmemoración del 11 de septiembre, no obstante, todas las señales y gestos del Presidente apuntaron en la dirección contraria, razón por la cual la invitación sólo pudo ser entendida como otro intento de sacar una ventaja política por parte del oficialismo o como un esfuerzo por dividir a la derecha en torno a una fecha compleja. Este objetivo, por cierto, tampoco se cumplió, toda vez que los partidos de Chile Vamos ante este marco de desconfianzas y ausencia de condiciones para gestos de reconciliación genuinos, optaron por suscribir una declaración propia de la conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado, definición que, a raíz de las condiciones en que se tomó la decisión y el posterior desarrollo de los acontecimientos relacionados a la conmemoración, parece haber sido correcta.
Sólo en la antesala al 11 de septiembre, en liceos emblemáticos como el Internado Nacional Barros Arana, las fuerzas de orden y seguridad recibieron 170 bombas molotov en 20 minutos y en el Instituto Nacional reaparecieron los overoles blancos quemando parte de las dependencias del establecimiento. Durante el 11 de septiembre, el nivel de violencia escaló, llegando inclusive a las dependencias del Palacio de La Moneda, que sufrió daños y rayados para luego trasladarse al Cementerio General donde, una vez más, grupos violentistas profanaron la tumba del ex Senador asesinado en democracia por el Frente Manuel Rodríguez, Jaime Guzmán. En el ocaso de la conmemoración, mientras el Gobierno desplegaba un amplio abanico de eventos asociados a la fecha, en lugares como Lo Hermida, Villa Francia, La Victoria, Los Quillayes, etc., el nivel de violencia característico para esta fecha volvió a desatarse, aunque con ribetes de mayor intensidad.
▪ ¿Después del 11, qué?
La presente administración trazó dentro de su planificación estratégica un gran hito político y un gran hito simbólico. Este era el plebiscito constitucional de 2022, apostando siempre a un triunfo de la opción Apruebo que ratificaría el texto de la Convención Constitucional. La apuesta fracasó, siendo el texto de la Convención rechazado por un 62% de las preferencias, desdibujándose así el proyecto político y el programa de Gobierno.
Frente a este escenario, sólo quedaba el horizonte simbólico de la conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado. Sin embargo, el balance de éste es también deficitario. Los últimos estudios de opinión muestran que pese a todo el esfuerzo de La Moneda, la figura de Salvador Allende sigue siendo controversial (40% de los chilenos piensa que Allende fue el principal responsable del quiebre de la democracia de acuerdo a la encuesta Pulso Ciudadano), el desinterés con la conmemoración fue mayor al esperado (57% de los chilenos no está interesado en la conmemoración de acuerdo a la misma encuesta) y Gabriel Boric acentuó un perfil de líder partisano en lugar de haber actuado como un estadista. No por nada un 50% de los encuestados por Criteria señala que el Presidente ha contribuido a la división política del país, la cifra más elevada entre todos los ex presidentes desde el retorno a la democracia.
Así las cosas, post conmemoración el Gobierno deberá volver a enfrentar una cruda realidad. Sin programa, sin proyecto constitucional y sin inyección de carga simbólica por la conmemoración de los 50 años, sólo queda negociar, en un ambiente profundamente friccionado, un par de reformas emblemáticas como el cambio previsional y tributario, reformas que, a su vez, se ven con una difícil prospectiva.
Contra todo pronóstico, el Gobierno refundacional del Frente Amplio, por un conjunto de malas decisiones en lo político y en lo simbólico, devino prematuramente en un simple gobierno de administración.
Informe preparado por el Programa Política y Sociedad Civil, Libertad y Desarrollo.
Responsable: Rodrigo Ubilla rubilla@lyd.org