Walid Phares
En lo que la mayoría de los analistas están de acuerdo desde finales de junio de 2007 es que una nueva realidad ha transformado la geopolítica de los territorios palestinos en detrimento de todas las partes que afirmaban representar “la causa palestina”. Y entre los críticos más extremos de los acontecimientos recientes en Gaza se encuentran ciertamente los ciudadanos palestinos desengañados que fueron testigos de los horrores que tuvieron lugar en esas áreas. Desde 1947, generaciones de civiles han perdido la esperanza y pagado el precio del error de juicio de la dirección, siguen repitiendo hoy las víctimas de la última guerra civil sangrienta entre palestinos.
Hoy, existe una nueva realidad en los dos enclaves palestinos: Una potencia de estilo Talibán ha cobrado forma en Gaza con un control absoluto de Hamas, y a lo largo de los 40 kilómetros de territorio israelí, una autoridad palestina asediada lucha por conservar los enclaves de Cisjordania bajo sus alas. Una lectura cuidadosa geopolítica no nos deja ninguna duda: un régimen jihadista ha emergido entre el mar Mediterráneo y el desierto del Néguev. Hamas es de hecho un movimiento fundamentalista islámico que cree en el jihadismo como ideología y que emplea el terror como medio. No sólo utiliza la violencia extrema contra los civiles de su enemigo declarado, Israel, sino que recientemente ha cometido lo que los civiles palestinos en Gaza han acuñado como crímenes de guerra. Las preguntas afluyen hoy de las cuatro esquinas de la región y del mundo: ¿la victoria militar de Hamas en Gaza fue predicha? ¿Cuáles son papeles de Irán y de Siria? ¿Los palestinos aceptarán la nueva realidad? ¿Los árabes, los israelíes, los americanos, los europeos y los otros tratarán la situación? Y por último, ¿cuáles son las consecuencias directas del golpe de estado de Hamas?
Previsibilidad
¿Era predecible la toma militar de poder de Hamas de las agencias y las instituciones de la autoridad palestina a través de Gaza? Muchos en los medios y algunos en el estamento académico expresaban su sorpresa ante los rápidos sucesos que tenían lugar en ese enclave. Se encontraban entre los que abogaban por las opciones pacíficas y “democráticas” de Hamas dentro de la política palestina. Las filas de intelectuales y comentaristas en Occidente cantaban las alabanzas de “la transformación” de Hamas en una entidad política democrática, que obtenía “la mayoría legislativa”, como argumentaban. Muchos legisladores y comisarios europeos intentaban convencer a sus electorados de que Hamas, como Hezbolá, no es terrorista ni fascista. Esta defensa terminaba lógicamente la semana anterior con el golpe sangriento organizado por la organización que se pensaba civil. ¿Pero aparte del conocimiento técnico errado y de las declaraciones políticas miopes en Occidente, ¿era previsible la conversión de Hamas en potencia militar en toda regla en Gaza? Categóricamente sí, si se había percibido el grupo que era y seguía siendo: jihadista. Porque, en política comparativa, una proyección acertada proviene de una descripción precisa. Dado que muchos en Occidente, particularmente Europa, definieron a Hamas como movimiento “político” de inclinaciones democráticas, todas las predicciones analíticas posteriores se vienen abajo. En el caso de Hamas, como lo entendíamos en función de su propia literatura e historia, es una organización jihadista salafista, financiada antes por los wahabíes y financiada ahora por el régimen iraní. Por lo tanto, la balística de su planificación no pudo estar más clara: primero infiltrarse, segundo penetrar, tercero tomar el control y constituir un régimen jihadista.
Las largas manos de Irán y Siria
Hamas, acrónimo de Harakat al Muqawama al Islamiya (Movimiento Islámico de Liberación) es jihadista ideológicamente, pero ha desarrollado alianzas más allá de sectas e ideologías. Otro ejemplo del fracaso intelectual occidental a la hora de ver más allá del cristal etnocéntrico es cómo académicos y comentaristas agotaron sus energías convenciendo a sus audiencias de que los fundamentalistas chi´íes y sunníes no llegar a acuerdos, y de que nacionalistas e islamistas no pueden trabajar juntos, cuando sea necesario. Tras no “verlo” en Irak, después en el Líbano, el análisis de la élite tampoco notaba los lazos externos de Hamas. Impávido ante la división sectaria, “el sunní personificado” de Hamas recibía ayuda significativa del Irán “muy chi´í”. Y contra todo presunto pronóstico corriente en Europa y Norteamérica, Hamas muy “islamista” alcanzaba una alianza con la “muy árabe nacionalista y secular” Siria. En un abrir y cerrar de ojos, Teherán y Damasco echaban larga mano a la región alimentando a Hezbolá y a otros grupos del Líbano igual que a Hamas y la Jihad Islámica en los territorios palestinos. Por tanto, esos saltos estratégicos a través de “largas manos” eran y son de hecho movimientos ejecutados dentro del alcance más alejado del eje sirio-iraní. Solamente tal análisis puede explicar porqué Hassán Nasralah, de Hezbolá, lanza una guerra el pasado mes de julio e Ismael Hanieh, de Hamas, lanza un ataque relámpago en Gaza este primavera.
Post Arafat: Mahmoud Abbás y Hamas
Mientras Yasser Arafat estuviera vivo, Hamas no intentaría asumir el control definitivo entre los palestinos, aunque pudiera tener la fuerza. No hay señor palestino de la guerra, incluso si muchos han sido respaldados por los regímenes árabes en las últimas décadas, que pudiera haber logrado esa tarea. Una vez que “abú Ammar” (nombre de guerra de Arafat) falleció, el reloj de la dirección planificadora de Hamas comenzó a andar. Primero, ejercieron presión sobre Abbás (que sustituye a Arafat) de cara a las elecciones legislativas mientras todavía eran armados y bien financiados. Los resultados fueron obvios: hacerse con escaños de todos los distritos bajo control de la milicia, la mayor parte de Gaza. constituyeron un gabinete, “jugando a las democracias”. Y mientras controlaban la central del Poder Ejecutivo, se infiltraban lentamente en el principal ejército y agencias de seguridad de la AP, desbancando a Fatah, también armado. Desde ambas elecciones, presidenciales y legislativas, la guerra civil era inevitable. Los dos bandos sabían que era inevitable y ambos mintieron a sus electores. Hamas dijo que nunca volvería sus armas contra otros palestinos, pero lo hizo. Abbás dijo que no permitiría que tuviera lugar un golpe, pero lo hizo. La dinámica que condujo al conflicto fue extremadamente obvia durante los últimos meses, por no decir años. El “gabinete” Hanieh hizo horas extra por crear una milicia estatal (la “fuerza ejecutiva “) y ponerla bajo el Ministerio del Interior. En vez de una fuerza policial, las “unidades ejecutivas” parecían más un Talibanato de Haneih modernizado.
Esto último se convirtió en el pilar del golpe la semana anterior. Los milicianos de Fatah y la guardia presidencial eran plenamente conscientes de la amenaza creciente, pero Mahmoud Abbás nunca dio órden de atacar primero. La razón está clara: Abú Mazén tomó la decisión de designar a Hanieh como Primer Ministro y no podía enviar por tanto a sus fuerzas a eliminar a su propio gobierno: necesitaba una coartada. Mientras que muchos críticos en Occidente – acertadamente – culpan a Abbás por no actuar antes, la realidad en Palestina es un poco más compleja. Abbás quizá tuviera el poder constitucional de disolver el gabinete, y disponía de suficientes fuerzas para resistir la “talibanización” de Gaza, pero carecía de la legitimidad para hacerlo en el contexto de la cultura política dominante en la comunidad nacional palestina. He aquí el motivo:
Cultura política
Durante décadas, la OLP, entonces secundada por Hamas y la Jihad Islámica palestina en los años 80, dio lugar a una trayectoria ideológica unidireccional como solución a las crisis: la destrucción del estado de Israel. consecuencia, cuando en 1993 tuvo lugar un logro vía el proceso de Oslo, la pesada maquinaria de la Autoridad Palestina no pudo ni invertir siquiera la tendencia ideológica por completo. Arafat en persona no fue capaz (algunos dicen reticente dado que él era uno de sus fundadores) de poner orden dentro del radicalismo. Esta “cultura ideológica dominante” asomaba en el discurso público en los territorios y por supuesto en la diáspora palestina regional. Hamas y la Jihad Islámica palestina se aprovecharon del discurso radicalizado para blindarse frente a cualquier crítica mientras desarrollaban sus tácticas del terrorismo suicida. Es decir, aunque la AP se resentía por Hamas y estaba prácticamente en estado de guerra civil sin declarar con esta última, no podía sin embargo pronunciar la palabra “terrorista” referente a un grupo que ponía en marcha ataques contra Israel. Abbás quedó atrapado en una ecuación que le obligó a esperar a que los jihadistas golpearan primero y con fuerza. Estaba limitado por una cultura ideológica creada por sus precursores.
El golpe final de Hamas
De modo que, ¿por qué Hamas decidía proceder al golpe final? La respuesta corta es: porque está pasando a la siguiente etapa de sus metas. Hamas como movimiento fue paciente durante 21 años hasta alcanzar dos metas importantes: Una es su consolidación dentro de Gaza, y otra es el hecho de que formó un “gobierno”. La cultura política occidental raramente puede entender los “planes a largo plazo” de los jihadistas. La segunda meta no estaba en manos de Hamas, sino en las del eje. El ataque relámpago emprendido por los hombres de Haniah contra Fatah y las posiciones de Abbás dentro del enclave “fue solicitado estratégicamente” por el régimen de las ayatolás en el tablero global, con el fin de tambalear los procesos de paz y los movimientos democráticos. Los jugadores de Teherán y Damasco están compitiendo por desmenuzar las situaciones en Irak, el Líbano, Afganistán, y dentro de los territorios palestinos. Regionalmente, Hamas es un títere movido por sus fuentes de financiación, por lo que responde a las órdenes estratégicas de estas últimas. Mientras que las tensiones nacionales con Fatah son la variable cambiante, las órdenes de Teherán son la matriz central. igual que Hezbolá en el Líbano, Hamas en Gaza se mueve al son de Jamenei. Los cálculos hechos por ambos socios, en Palestina e Irán (así como en Siria) fueron muy cuidadosos y siguieron un estudio extremadamente detallado de la situación del enemigo, Abbás y los Estados Unidos. Los preparativos de Hamas para atacar (así como de Hezbolá en el Líbano) fueron paralelos al debilitamiento de la resolución de América contra Ahmedinijad y Assad. Las elecciones al Congreso del año pasado en Estados Unidos fueron leídas positivamente por el “eje” no en términos de resultados de partidos, sino en términos de divisiones que afectarían a la política exterior de Estados Unidos. Las ofensivas ecabezadas por Hezbolá en el Líbano y por Hamas en Gaza pocos meses después de la difusión del informe Baker-Hamilton están vinculadas al segundo. Cuando el consejo de los dos partidos políticos recomendó al presidente “hablar” con el régimen iraní y sirio sobre “futuro de la región,” seguido de la visita de alto nivel a Assad encabezada por la portavoz de la Cámara Nancy Pelosi, la cúpula del “eje” dio la luz verde a las ofensivas de respuesta. En su mente, los estrategas anti-democracia de la región proyectaron una ausencia de respuesta por parte de Washington. La ofensiva de Hamas contra Fatah hunde sus raíces en la anulación general percibida de los Estados Unidos y en la creencia de que Israel se viene absteniendo perceptiblemente en asuntos libaneses y palestinos.
Los logros de Hamas
Al lanzar una ofensiva multidireccional similar a un golpe de estado contra todos los enclaves Fatah, la AP y los servicios presidenciales en el lugar, Hamas reduce la capacidad de contraatacar de sus contrincante. En otras palabras, las fuerzas de Hanieh tuvieron que asumir “todas” las posiciones de sus enemigos, con un alto precio en vidas humanas solamente porque ellos (Hamas) no se pueden permitir ningún tipo de vacío en Gaza que pueda ser utilizado por Abbás como cabeza de ariete. Desde esta perspectiva, los analistas militares pueden entender la lógica de la brutalidad de Hamas: en parte era disuasión psicológica, un tipo de terrorismo practicado contra cualquier palestino que se atreva a pensar en la venganza. Gaza tuvo que ser purgada de toda presencia palestina de seguridad que no fuera Hamas (y de sus aliados) en un plazo muy corto. Esto puede explicar las decapitaciones, la tortura, las ejecuciones y otros horrores cometidos por los jihadistas en el enclave. La brutalidad de Hamas trajo imágenes repugnantes nunca vistas por los palestinos antes, ni siquiera en manos de los que creían sus peores enemigos en Israel, Jordania y el Líbano a lo largo de cuatro décadas. La masacre jihadista de miembros de la AP y Fatah, parientes incluidos,creará shock y terror entre la población civil en Gaza y más allá. Hamas desea que este trato a lo Talibán sirva como disuasorio dentro de sus propias fronteras, pero nadie sabe exactamente cómo funcionará la matanza extrema de Hamas en términos de reacción. La sociología política palestina podría producir reacciones diversas y posiblemente opuestas, pero es demasiado pronto para juzgar.
No obstante, el Talibán palestino ahora algo en la zona sólo puede seguir adelante. Con todos los vínculos con Mahmoud Abbás rotos, la junta Ismael Hanieh (Gaza) – Jalid Mishaal (Damascus) tiene que consolidar con rapidez su control de Gaza y hasta iniciar una campaña para desestabilizar Cisjordania. Un “régimen” exclusivo de Hamas en Gaza, libre de los compromisos internacionales de la AP, recurrirá probablemente a transformar el enclave en un super-bastión de la Jihad. Esto va a incluir:
Una movilización masiva, en una tentativa por movilizar a un ejército de más de 60.000 miembros. Las expectativas de Hamas son ver a Irán y eventualmente a Siria y Hezbolá profundamente involucrados proporcionando armamento y entrenamiento. Pero tal proyección podría esfumarse mediante la oposición internacional.
Crear docenas de “Faluyas” en la franja en algún momento, en anticipación a una ofensiva “externa”. Una serie de fortalezas inexpugnables para disuadir a cualquier presunta fuerza atacante.
Intentar desplegar una batería de misiles más dispersa y compleja, mientras se utiliza como escudo humano a la población civil.
Vincular a los partidarios de Hamas dentro de los campamentos palestinos del Líbano, Jordania, e incluso Israel.
El “régimen” de Gaza, libre de la supervisión de Abbás, activará sus operaciones a ultramar (Estados Unidos y Occidente incluidos) con el fin de disuadir cualquier represalia potencial internacional en el futuro.
Y por último pero no menos importante, el Talibán palestino podría convertirse en receptor de futuro armamento iraní no convencional, incluyendo despliegues nucleares tácticos.
Respuesta occidental
En vista de los de arriba, la respuesta occidental es estratégicamente insalvable pero no necesariamente automática. La llegada de una entidad militar de respaldo iraní entre las fronteras egipcia e israelí, con acceso al Mediterráneo, es una amenaza frontal para los estados árabes moderados, la presencia norteamericana y occidental, y el proceso de paz entre los palestinos y los israelíes. De ahí que aparte de los regímenes de Irán y Siria, esta nueva realidad no sea muy atractiva para la región. Pero la gran pregunta ahora es insalvable mente la siguiente: ¿qué puede hacerse, y por quien?
Los israelíes tendrán la fuerza militar, pero a causa de muchas razones obvias y al margen de la defensa como último recurso en una guerra regional, no deberían utilizarla en solitario: ello daría – en función de las proyecciones y lecciones del Líbano – a Hamas todo lo que necesita: legitimidad. Las unidades de la AP de Abbás deberían ser las que confrontaran este proyecto, pero ahora no pueden ganar: acaban de perder todas sus bases en Gaza y están demasiado débiles para derrotar a Hamas en la etapa actual. Una fuerza internacional despachada a la zona sería combatida por los jihadistas, tanto local como internacionalmente, con terror bárbaro. Sin un compromiso internacional fuerte bajo las resoluciones especiales del Consejo de Seguridad de la ONU, una fuerza multinacional en este momento estaría fuera de lugar. Los estados árabes moderados, particularmente Egipto, tienen un interés vital y directo en oponerse al ascenso de un régimen Talibán en Gaza. Los atentados de al Qaeda en el Sinaí a lo largo de los dos últimos años son solamente el aperitivo de lo que se avecina si se establece tal “Emirato”. Pero Egipto necesita del respaldo árabe, el cual será combatido por Siria, e irónicamente también por Qatar, el nuevo defensor de los islamistas en la región. Finalmente, los Estados Unidos están involucrados en Irak y Afganistán y sus unidades están movilizadas en diversas ubicaciones problemáticas en todo el mundo; los Marines aterrizando en Gaza no es por ahora la mejor idea.
De modo que, ¿cuál es la respuesta a la pregunta si hay alguna? En la práctica, como en los casos de Afganistán, Irak, el Líbano y Somalia, las respuestas son difíciles de encontrar por qué a las víctimas del jihadismo, los palestinos en este caso, les cuesta mucho tiempo darse cuenta de lo profundo que es el problema. Pero sí entiendo que una respuesta estratégica al desafío del “Hamastán” es posible bajo un conjunto de condiciones, la más importante de las cuales es la coordinación entre las diversas partes movilizadas para tratar el desafío. Tiene que tener lugar en la región un gran cambio de actitud y un cambio significativo debe desarrollarse en la dirección de Washington y Bruselas.
El futuro inmediato
Se puede contar con que Hamas y sus aliados regionales dediquen todos sus esfuerzos a consolidar “su adquisición” por ahora. Irán y Siria avanzarán regional e internacionalmente en múltiples direcciones con vistas a confirmar el nuevo estatus quo. Damasco y Teherán emplearán todas sus habilidades en el mundo árabe para desperdiciar cuanto tiempo sea posible y las “iniciativas diplomáticas” irán y vendrán. Hamas va a librar dos juegos. El primero es profundizar el control y expandir las defensas de Gaza, y el segundo es garantizar a todo el mundo que puedan que no existe ninguna amenaza. Jalid Mashaal, el hampón de Hamas radicado en Siria, utilizaba espacio de emisión – ofrecido generosamente por al Jazira – para aplacar recelos y miedos. “sí, somos islamistas, pero no estamos estableciendo (aún) un estado fundamentalista religioso”, decía, repitiendo casi textualmente lo que decía el portavoz del Tribunal Islámico somalí tras la toma de Mogadiscio a comienzos de este año. “Tenemos buenas relaciones con Irán y Siria, pero eso no significa nada”, continuaba. A continuación ofrecía un abanico de jugadas psicológicas: Hamas aún reconoce como rais a Abbás; trabajó para liberar al rehén británico (antes de capturar más en el futuro); celebra las iniciativas árabes; izará la bandera palestina por encima de la de Hamas; y se asegurará de que las energías jihadistas permanecen elevadas; los líderes del grupo prometían continuar su incesante España contra Israel.
En la práctica, atacar a Israel y con misiles y terroristas suicidas es lo que Hamas tiene en mente en caso de que piense que la amenaza se cierne desde todas las partes contrarias. Piensa que a “la entidad judía” es el mejor seguro en caso de contraataque por parte de la AP y sus aliados. Por tanto, es importante que el gobierno nombrado por Abbás y encabezado por Salam Fayyad tome internacionalmente la iniciativa y presiones en favor del aislamiento de los terroristas. La clave de la siguiente etapa se encuentra en manos de Abbás-Fayyad, pero a la vista del turbulento pasado de Fatah y las reformas significativas que necesita el movimiento para componerse antes de ser considerado socio completo en la guerra contra el terror, hacen del tiempo un factor peligroso. Es el espacio temporal entre Abbás purgando sus enclaves y reformando radicalmente la AP y Hamas pasando a la ofensiva en Cisjordania mientras a Israel a la guerra. El futuro inmediato del Hamastán necesita de habilidades sobresalientes por parte de Washington y Bruselas a la hora de calcular la respuesta a la amenaza sirio-iraní en la región. Y hasta que levante la niebla de las incertidumbres, Palestina se divide en el equivalente Talibán de Afganistán y los mujahidínes.