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Huelga de Metro en Madrid

Lo importante es que los ricos se incomoden y sufran.

Es lo que tiene convocar una huelga sensata y no sucumbir al calentón de una pandilla de sindicalistas descerebrados. Es lo que tiene acertar en los objetivos y poner los medios adecuados para conseguirlos. Que los banqueros, grandes ejecutivos de empresa y políticos importantes se fastidian y muerden el polvo. Se quedan, nada más y nada menos, que sin el Metro.
 
Siempre habrá quien diga que el obrero también se ve perjudicado con esta protesta, pero no es así. A los trabajadores de pura cepa les compensa sobradamente ver cómo, aquellos que les amargan la vida, se ven obligados a desplazarse por la ciudad con vehículos de alta gama y tal vez con conductores avezados y circunspectos. Una lata para ellos y un gustazo de revancha popular.
 
Carecer de Metro en Madrid durante varios días permite, además, disfrutar de una superficie urbana colorista y de un clima benigno; descubrir rutas callejeras que de otra forma nunca conoceríamos o sencillamente hacer deporte caminando.  ¿Por qué la llaman “salvaje”, si sólo joroba a los poderosos? ¿Qué pega fundada puede ponerse a mortificar durante un tiempo limitado a los más pudientes? ¡Qué servicios mínimos ni que gaitas! O se crea el caos total o no merece la pena.
 
También he escuchado decir al sector ciudadano más histérico que la huelga del Metro es una iniciativa política contra el gobierno de Esperanza Aguirre, cuando los recortes salariales que la originan los ha decretado Zapatero. Excusas. Lo importante es que los ricos se incomoden y sufran, y eso está garantizado.

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