América, Economía y Sociedad

Llegada masiva a EE.UU. de niños centroamericanos indocumentados

Una ola de rumores en Centroamérica habla de que una nueva legislación migratoria ofrece la posibilidad a los menores de quedarse “bajo ciertas condiciones”


 Con 17 años y sin compañía alguna, Kevin se largó de Honduras con rumbo a EE.UU., siguiendo los consejos de su abuela: “’Ella quería que me fuera. Me dijo: ‘Si no te unes a la pandilla, te van a disparar. Si te unes, la pandilla rival te va a disparar, o te disparará la policía. Si te vas, nadie lo hará’”.

Su testimonio, documentado por un informe de la ACNUR sobre el drama de los menores centroamericanos que viajan hacia EE.UU. huyendo de la violencia, o bien para reunirse allá con sus padres –en ocasiones tan indocumentados como ellos–, puede ser el de muchos de los niños de Guatemala, Honduras y El Salvador que han pasado solos a territorio norteamericano este año. Las cifras están desbordando la capacidad de las autoridades migratorias de EE.UU. para lidiar con el fenómeno: hasta el 31 de mayo ya eran 47.000 menores, el doble de los que llegaron en todo el año fiscal 2013.

Como quien se entera de una visita numerosa en horas de la madrugada, EE.UU. está habilitando a la carrera locales donde ubicar a tantos menores —incluso en bases del ejército se han destinado espacios para acogerlos transitoriamente— y se suceden los episodios de imprevistos y quejas.

¿Por qué precisamente ahora?
Contrario al procedimiento establecido para los menores mexicanos que cruzan la frontera, a los que EE.UU. devuelve casi automáticamente al otro lado, los niños y adolescentes centroamericanos entran en un proceso más largo, cuyo desenlace, no obstante, según advierte la ex secretaria de Estado, Hillary Clinton, puede ser claramente la deportación: “Solo porque su niño cruce la frontera no significa que se vaya a quedar. (…) No queremos enviar un mensaje contrario a nuestras leyes o que anime a más niños a hacer esa peligrosa travesía”.

Pero los “incentivos” permanecen. Una ola de rumores en Centroamérica habla de que las restricciones migratorias en EE.UU. se han “ablandado”, pues la legislación ofrece la posibilidad a los menores de quedarse “bajo ciertas condiciones” con un familiar que los reclame, y según cifras que manejan los consulados centroamericanos en EE.UU., más del 90 por ciento de los chicos tienen realmente familia allá. ¿Por qué no intentarlo?, se dirán.

Hay otros falsos acicates, por no bien explicados o entendidos. Uno es la denominada Dream Act, la ley firmada por el presidente Barack Obama en 2012, que benefició con la regularización a unos 600.000 jóvenes indocumentados. Para cobijarse bajo este paraguas, sin embargo, es necesario, entre otros requisitos, demostrar que se estuvo en EE.UU. desde junio de 2007. En cuanto al proyecto de reforma migratoria, hoy estancada en el Congreso, solo servirá a quienes llegaron al país antes del 31 de diciembre de 2011, no a los que arriban en estos días. Claro que los traficantes no se “fijan” demasiado en plazos o requisitos legales, y les dicen a los familiares de los menores que hay que apurarse ahora que el banderín está “caído”.

Para aclarar los rumores y coordinar la acción con los gobiernos afectados, Obama ha enviado a Guatemala al vicepresidente Joe Biden, que se ha entrevistado con representantes de Guatemala, El Salvador, Honduras y México.

“Cruza y espera a la Border Patrol”
En conversación con ACEPRENSA, la cónsul guatemalteca en Arizona, Jimena Díaz, que ha visitado a los menores de su país albergados en Nogales, explica cómo opera este inquietante tráfico de personas vulnerables:.

El año pasado hubo (en EE.UU.) un cambio en la forma en que se podía recibir a los menores. Anteriormente, el patrocinador tenía que estar legalmente en el país. Ya no. Los familiares en EE.UU. necesitan a alguien que les traiga a los chicos. Entonces los traficantes los pasan por México, se hacen pasar por sus padres, y así los traen hasta la frontera.

Al llegar, les dicen a los niños que crucen, que avancen, y que esperen por la Border Patrol. Esta llega y los recoge: son menores de edad a los que no se puede poner en peligro. Los chicos ya vienen muy aleccionados, y alegan que huyen de las pandillas, de la criminalidad, en lo cual no deja de haber parte de razón, pero es también el discurso que el traficante les ha dicho que diga, y la familia les ha aconsejado lo mismo. Desde el pasado octubre han llegado 47 000 menores, el doble de los que llegaron en todo el año anterior

—¿Cuál es la situación ahora mismo en el centro de acogida en Nogales?
—Nosotros estamos en Phoenix. Tucson y Nogales están a tres horas de aquí. Estamos yendo allá dos o tres veces por semana desde que se inició la crisis. Las autoridades han habilitado en Nogales un local grande, con aire acondicionado, para la gran cantidad de menores de edad que están viniendo.

Un factor que está influyendo en esta acumulación es que, por cada uno que entra por Arizona, hay tres que entran por Texas. En cuanto llega el menor, el doctor lo revisa, lo vacuna, para ver si hay algún tipo de reacción, y lo tiene bajo observación tres días. Pero con la crisis, ya no hubo dónde albergarlos. En Texas entiendo que no tienen locales tan grandes donde ponerlos.

El albergue de Nogales tiene secciones por edades; hay incluso jóvenes embarazadas, o con niños pequeños. A todos les han puesto a unas colchonetas, unos televisores para que puedan ver el Mundial de Fútbol, y los menores están más tranquilos. Aunque no son, por supuesto, las condiciones ideales. Hemos conversado con los chicos, les hemos preguntado cómo se sentían, si tenían alguna queja.

Ellos, por supuesto, lo que quieren es salir lo más pronto posible, están desesperados, pero cada vez los están moviendo más rápidamente. El ejército ha habilitado dos o tres bases como albergues, en Oklahoma, en California… Allí no pueden llevar niños enfermos, ni jóvenes embarazadas o con niños, pues esa fue la condición para albergarlos.

—Hay niños que se quejan de maltratos, de falta de higiene… ¿Tiene conocimiento de estos casos?
—He oído que esos abusos y maltratos se dieron en Texas. Aquí no hemos sabido nada de eso. Como le digo, nosotros hemos ido y entrevistado a los menores; tenemos un espacio para cada consulado, en el cual si un niño tiene alguna queja se nos avisa. Sabemos que la comida no les gusta, porque en el norte de México se come lo que llaman ‘burritos’, una tortilla de harina con arroz, frijol y carne, pero eso en mi país no se conoce. Les sienta mal, pues nuestra harina es de maíz, no de trigo. Han tenido hambre, y hemos pedido que les cambien esa alimentación, pero nos dicen que los suministros vienen de Texas y que los contratos están firmados y no los pueden cambiar.

—Políticos de EE.UU. aseguran que, en algún momento, estos niños serán deportados, incluso aunque se reunificaran momentáneamente con familiares. ¿Se trata de llegar a algún acuerdo para que esto no suceda?
—Hay que decir que el esquema ha sido siempre el mismo, incluso antes de la crisis: el menor entra y tiene que cumplir con ciertos requisitos. La decisión la tiene el juez. Durante ese tiempo puede ser deportado. Eso no es nuevo.

Claro, existe un riesgo de que no se pueda justificar la venida del menor hacia acá. Yo he preguntado a la Oficina de Refugiados si hay algún cambio, y me dicen que el procedimiento continúa siendo el mismo. De mi país vendrán autoridades a platicar y a ver qué se puede hacer por ellos.

—¿Cuál es su perspectiva para las próximas semanas, tanto para los niños que ya están en EE.UU. como para los que ahora mismo están en camino?
—Aquí han venido familias y nos han preguntado qué tal si se traen a sus niños. Yo creo que esa es una decisión muy difícil, porque el camino es muy peligroso, y usted está entregándole su hijo a una persona extraña, que va a estar con él durante cinco, seis o siete días. Luego están los peligros que hay en México, los peligros acá en el desierto… Hasta ahora, gracias a Dios, no ha habido ningún fallecido, pero aquí el calor es muy intenso y las condiciones son difíciles. No sé si, con tanto menor que está viniendo, en algún momento se producirá algún cambio de política.

Para los chicos, todo esto es traumático. Y le hablo de los menores no acompañados, porque también está el caso de padres y madres que están viniendo con niños. Luego de un tiempo, tienen que presentarse a un tribunal, pero no van. Desde el momento en que dejan de ir, pierden el caso, y pueden ser deportados, y es lo que sucede: que el niño pasa unos años acá, y un día la policía los detiene por cualquier situación, por un control de tráfico, se da cuenta de que no fueron a su cita en el tribunal, e inmediatamente los deporta. Pero los niños, que a esas edades absorben mucho más y se integran en la cultura de EE.UU., ya no se sienten parte de su país de origen, y su país de acogida los deporta. Entonces llegan al otro país sin conocer nada, a veces sin el idioma. Es muy trágico.

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