Las violaciones masivas de los derechos humanos son siempre inaceptables, razón por la cual no pueden tenerse como una mera cuestión “interna”, en ningún rincón del mundo. Sea quien sea el Estado que de pronto viole los derechos humanos de sus propias minorías.
En el noroeste de China vive una importante identidad islámica, de naturaleza turkmena. La de los llamados “uigures”. Desde hace rato ya, China la hostiga despiadadamente por su insistencia en reclamar independencia o, al menos, autonomía para poder conducir los temas centrales que hacen a la preservación de su identidad, de la que naturalmente están muy orgullosos.
Ello incomoda muy particularmente a los “han”, que conforman la identidad prevaleciente -y ciertamente mayoritaria- en el inmenso país oriental. De allí que, persiguiendo insistentemente a los “uigures”, procuren uniformar, por la fuerza, la identidad nacional. Por esto encierran, sin vacilar un instante, a los “uigures” en enormes campos de concentración, a los que llaman “de reeducación” (esto es “lavado de cerebros”), donde los hacen trabajar despiadada y forzadamente, sin concederles libertad alguna. Lo que configura una violación -tan enorme, como flagrante- de sus derechos humanos. Hoy imposible de disimular.
Desde la Fiscalía del Tribunal Penal Internacional, a cargo de la siempre activa Fatou Bensouda, se inició una investigación del tema, cuyo resultado ha sido el esperado: el de confirmar, sin atenuantes de ningún tipo, el maltrato chino a los “uigures”.
Por esto, el mundo ha comenzado a presionar a China de muy distintas maneras, para que respete a los “uigures”. Los EEUU ya no importan textiles chinos manufacturados con algodón “uigur”; la Asamblea Nacional de Francia y la Asamblea de las Naciones Unidas han impulsado ya la urgente necesidad de investigar en profundidad el tema; y, desde los EEUU, se han impuesto sanciones económicas personales e individuales a los responsables directos del sojuzgamiento de los “uigures”, con nombre y apellido, en cada caso.
Nuestro país, que hoy vive “aislado”, como si estuviera realmente flotando distraído, en otra galaxia, fuera del mundo, condona -con su inexplicable silencio- el avasallamiento de los “uigures”, lo que está muy lejos de ser la posición ideal en esta muy delicada cuestión. Esto es consecuencia de la poca idoneidad de su actual gobierno nacional, probablemente el peor de todos los tiempos.
Las violaciones masivas de los derechos humanos son siempre inaceptables, razón por la cual no pueden tenerse como una mera cuestión “interna”, en ningún rincón del mundo. Sea quien sea el Estado que de pronto viole los derechos humanos de sus propias minorías.
(*) Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.
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