América, Política

En Nicaragua el gobierno acuerda, ahora, liberar a todos los presos políticos

Nicaragua tiene una nueva oportunidad de volver a la normalidad.


Hace ya casi un año que Nicaragua vive nerviosa, sumergida en un peligroso e impredecible pantano de constantes manifestaciones y protestas contra el gobierno autoritario de Daniel Ortega y su esposa, que desde hace ya doce años están encaramados tenazmente en lo más alto del gobierno.

Ellas generaron la detención y el encarcelamiento de unas 700 personas que participaban en las manifestaciones que, por lo demás, dejaron un saldo trágico, de unas 300 personas muertas y un constante tendal de heridos de distinta gravedad. Inocultable.

En un fin de semana reciente solamente, más de un centenar de personas fueron detenidas y enviadas a prisión. La mayoría de ellos son jóvenes estudiantes a los que se acusa mendazmente de crímenes violentos y se mantiene encerrados por largos meses, sin que el Poder Judicial, claramente dominado por el matrimonio Ortega, cumpla en modo alguno con su rol de suministrar justicia independiente.

Hoy, con el monitoreo cercano de la Cruz Roja Internacional, el gobierno de los Ortega negocia con la oposición local una posible salida a la larga crisis que desangra y paraliza a Nicaragua. Lo cual supone el oportuno levantamiento de las sanciones económicas impuestas a Nicaragua por los Estados Unidos y la Unión Europea.

Para poder continuar con esas negociaciones, Daniel Ortega ha convenido en liberar a todos los presos políticos.Esto es, a todos a quienes mantiene perversamente en la cárcel por el presunto pecado de disentir y animarse a manifestarlo públicamente. Como sucede en las tiranías.

Nicaragua tiene una nueva oportunidad de volver a la normalidad. Lo que supone el paso al costado de sus dueños: el matrimonio Ortega y sus múltiples aliados entre la “elite” local. Habrá que ver si la aprovecha o si el matrimonio Ortega simplemente procura –una vez más- ganar tiempo, para que nada, absolutamente nada, efectivamente cambie.
No está nada claro que la castigada Nicaragua pueda pronto volver a ser una democracia. Y el obstáculo tiene nombre y apellido: Ortega.
 
 
(*) Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.
 

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