Tras la elección de la joven Sheynnis Palacios como Miss Universo, el pasado 18 de noviembre en El Salvador, el gobierno de Daniel Ortega y su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo, encarceló a dos muralistas, un influencer y un catedrático universitario, mientras acusa de “terrorismo” y “traición antipatria” a una familia que maneja la franquicia Miss Nicaragua.
El triunfo de la bella joven desató una también inesperada explosión de júbilo en las calles de Nicaragua, donde miles cantaron el himno y ondearon la bandera azul y blanco, enseña nacional prohibida por el gobierno por haber sido símbolo de las protestas de 2018. Para muchos, Ortega y Murillo “revivieron” la rebelión social que los puso en jaque hace cinco años.
“Esa noche se despertaron los peores temores y fantasmas de Rosario Murillo”, dice en entrevista con DW la periodista Sofía Montenegro, que en sus escritos ha analizado la personalidad de la poderosa primera dama nicaragüense.
A su juicio, el gobierno quiso impedir que Palacios, una joven de origen popular y que también participó en las marchas multitudinarias de 2018, “se convierta en una figura aglutinadora” en un país que lleva cinco años bajo un sistema de represión.
Ola de arrestos
“Rosario Murillo debe haber entrado en pánico, y eso explicaría el intento de descalificar la victoria de Sheynnis de forma absurda”, dice Montenegro. Atribuye también a la “personalidad paranoica” de Murillo la persecución a la familia de Karen Celebertti, cuyo esposo e hijo fueron detenidos y ella impedida de regresar a Nicaragua. Los tres fueron acusados la semana pasada por supuesta conspiración, terrorismo y lavado de dinero, entre otros delitos graves.
En las horas y días posteriores al certamen, la Policía también arrestó a los jóvenes grafiteros Kevin Laguna y Danilo Espinoza, que pintaban un mural con el rostro de Sheynnis Palacios en la ciudad norteña de Estelí. Igualmente fue encarcelado el influencer conocido como Tropikon, ligado al gobierno sandinista, pero que se atrevió a elogiar a la reina de belleza.
Una semana después, el gobierno presentó en fotos y videos al obispo católico Rolando Álvarez, preso y condenado a 26 años de cárcel por “traición a la patria” y “ciberdelitos”. El conocido catedrático Freddy Quezada escribió un mensaje en la red social X criticando la exhibición del religioso y también fue arrestado.
“Lo que estamos viendo es la manifestación, llevada al paroxismo, del miedo de Rosario Murillo, porque ella destruye todo lo que teme. Es una loca, clínicamente hablando, con todo el poder”, resume Montenegro. La periodista ha sido víctima de persecución y es parte de los 316 opositores expropiados y despojados de su nacionalidad por el gobierno en febrero pasado. Vive exiliada en Costa Rica.
“El afán de control”
La mayoría de nicaragüenses vivieron la coronación de Palacios como “un triunfo nacional” que escapó por unos días del control del gobierno, dice a DW el analista político Enrique Sáenz.
“Existe un afán totalitario de Ortega y Murillo de controlarlo todo, y por eso quisieron inicialmente capitalizar la figura de Sheynnis Palacios y cooptar a la familia Celebertti mediante halagos y coacción”. Pero al no lograrlo, “vino la venganza y la acusación policial con una anticipada sentencia condenatoria”, señaló.
Para Sáenz, lo ocurrido en torno a Miss Universo no es un hecho aislado, sino una “pauta de conducta” del gobierno, que se repite incluso en importantes decisiones de Estado.
La persecusión a la Iglesia católica, los más de 100 opositores presos, la confiscación de la Universidad Centroamericana (UCA, jesuita), de cuyas aulas egresó Palacios, y el cierre de unas 3.500 ONG en los últimos dos años son parte de un mismo comportamiento: “el afán totalitario y la venganza”, afirma.
Si bien la represión busca mantener el poder, el caso de Nicaragua “trasciende esa lógica y entra en una dinámica demencial”, porque son actos que destruyen el tejido social y las instituciones de un país, pero también afectan la imagen de Ortega y Murillo, y erosionan sus propias bases de apoyo, analiza Sáenz.
En esa lógica se ubica el reciente despido de más de 1.000 funcionarios y empleados del Poder Judicial, varios de ellos enviados a prisión, en lo que la prensa atribuyó a una “purga” de Rosario Murillo para sustituirlos por personas leales (entre ellas expolicías y exmilitares) y preparar aparentemente su camino hacia la sucesión presidencial cuando Ortega ya no esté.
“Es una cadena de acciones que erosionan su propio sistema; motivados a veces por paranoia, otras por venganza, tiran golpes contra propios y extraños”, afirma Sáenz, también exiliado, confiscado y declarado “apátrida” por el gobierno sandinista.
La posible sucesión
A juicio de Sofía Montenegro, la figura de Murillo se ha impuesto sobre la de su marido, al punto de “sustituirlo de facto” en las decisiones del régimen tras apartarlo de asesores y camaradas que lo acompañaron en su primer gobierno (1985-1990) y cuando retornó al poder, en 2007.
“Rosario Murillo está enfocada en la micro administración de la represión y da seguimiento personal a todo aquel que desee apartar de su camino, aunque eso signifique no dormir para fiscalizar el último detalle. Y es ese grado de demencia patológica lo que tiene al país en este nivel de locura”, añade.
La periodista asegura que Ortega, de 78 años y con enfermedades crónicas de vieja data, tiene “disminuidas” sus capacidades físicas y mentales. “Él está preso y ella tiene las llaves de su celda”, dice en sentido figurado.
“Esto no excusa a Daniel Ortega de ninguna manera, pero él le dio poder. Él está en sus manos y ella prepara la sucesión”, remata Montenegro.