Aunque el presidente Donald Trump ha suspendido sus aranceles “recíprocos” durante tres meses, elevó los aranceles a China en un enorme 145 por ciento. Este diferencial de políticas es solo un indicador de que Trump y su administración ven a China como la principal amenaza económica, militar y política para Estados Unidos. Otro indicador de este pensamiento fue el resultado del reciente viaje del Secretario de Defensa Pete Hegseth a Japón y Filipinas.
Aunque Donald Trump ha criticado a menudo a los países europeos, presionándolos sobre el gasto en defensa, cuestionando el compromiso de Estados Unidos con la OTAN y socavando el apoyo occidental a Ucrania, él y sus asesores parecen estar adoptando un enfoque marcadamente diferente en el este de Asia.
Tanto en Japón como en Filipinas, Hegseth ha tratado de calmar los temores de Asia Oriental sobre el compromiso de la administración Trump con la seguridad de la región. Llama la atención el contraste en el enfoque administrativo entre las regiones.
Para el establishment de la política exterior de Estados Unidos, la extraña afinidad de Trump por el presidente ruso Vladimir Putin y su desdén por la OTAN son desconcertantes. No obstante, Trump tiene razón en su opinión de que China, cuyo PIB es casi nueve veces mayor que el de Rusia, es una amenaza mayor para Estados Unidos que Rusia. Esta evaluación de la amenaza se ha vuelto aún más desequilibrada a medida que Ucrania, asistida por Estados Unidos, ha atraído y agotado al ejército ruso en esa guerra, lo que hace que su amenaza para Europa sea más, no menos, manejable a largo plazo por los países ricos de la Unión Europea.
Sin embargo, en su reciente viaje, Hegseth dijo a sus homólogos japoneses que Trump quiere una alianza más fuerte con la nación insular para contrarrestar a China. Hegseth prometió acelerar el plan de Joe Biden de crear un nuevo comando militar conjunto de Estados Unidos y Japón, al que Hegseth denominó “cuartel general de guerra”.
Hegseth prometió que Estados Unidos ayudaría a Japón a lograr la “paz a través de la fuerza” para disuadir a China. Hablando en el Colegio de Guerra del Ejército el 23 de abril, Hegseth enfatizó que “Estados Unidos primero no significa solo Estados Unidos. Estados Unidos y Japón se mantienen firmemente unidos frente a las acciones agresivas y coercitivas de los chinos comunistas”.
Aunque Japón planea aumentar su gasto en defensa históricamente bajo al 2 por ciento del PIB para 2027, el ministro de Defensa japonés, el general Nakatani, no mencionó más aumentos de defensa japoneses o un mayor apoyo de la nación anfitriona a los 50.000 soldados estadounidenses estacionados en el país.
Sin embargo, el fortalecimiento planeado por Trump de la alianza entre Estados Unidos y Japón irónicamente va en contra de una mayor autosuficiencia de seguridad japonesa. Esto es exactamente lo que necesita este país rico, al igual que sus homólogos europeos. Si Estados Unidos sigue protegiendo a todos estos países, no hará lo suficiente por sí mismo: ese tipo de parasitismo es común en cualquier alianza.
Como mínimo, los japoneses y los europeos deben ser la primera línea de defensa contra sus respectivos adversarios potenciales, solicitando la ayuda de EE.UU. solo en circunstancias extremas. A estos países les convendría ser más autosuficientes en defensa porque la ayuda de Estados Unidos se ha vuelto más tenue, no solo porque Donald Trump es presidente, sino también porque Estados Unidos, con una creciente deuda nacional de 37 billones de dólares, ya no puede permitirse vigilar el mundo.